Quiero agradecer a José Antonio Anguiano por permitirme compartir con ustedes en este maravilloso espacio un poco sobre mi historia de vida.
Mi nombre es Perla y mi historia comienza algo así:
Nací en la ciudad de Guadalajara en el año de 1996; fui la segunda hija de dos hijos, a mi hermano mayor desde muy pequeño le detectaron Glaucoma congénito y cuando yo nací (4 años después) había la inquietud de que yo también lo padeciera. Cuando cumplí 3 meses de edad las predicciones se hicieron reales y me diagnosticaron también Glaucoma congénito.
Mis primeros años de vida
Mi infancia fue totalmente normal a pesar que acudía, al igual que mi hermano, a consultas constantes y hasta algunas veces a cirugías.
La educación básica la viví de manera regular y sin mayor problema y aunque me costaba mirar desde lejos el pizarrón, usaba mis lentes de graduación y el problema se iba.
En la infancia, como cualquier niña, solo me dedicaba a jugar e ir a la escuela. Era una niña bastante activa, mis padres trataban de mantenernos siempre ocupados en diversas actividades entre ellas clases de computación, inglés, dibujo, danza, actuación, y deportes como natación y taekwondo. En este último me quedé varios años hasta convertirme tres años después, en una Taekwondoina cinta negra y competir algunas veces.
Tengo que aclararles que mi vista jamás fue perfecta. Sin embargo, considero que no le tomaba mayor importancia ya que siempre fui feliz.
Mi vida en la adolescencia. Algo inesperado pasó
Cuando entré al bachillerato, mi primer año de curso fue padrísimo e inolvidable. Tenía muchos amigos y amigas. Además, ingresé al equipo de baile de la preparatoria, participando en diferentes eventos musicales, me había anotado al taller de teatro que iba a iniciar al segundo año y estaba más que lista para seguir disfrutando mi increíble adolescencia.
Todo marchaba muy bien y durante las vacaciones de verano, justo antes de que comenzara mi segundo año fui intervenida quirúrgicamente, prácticamente de emergencia, por hipertensión ocular en uno de mis ojos.
Realizaron la colocación de válvula de Ahmed que consiste en un pequeño dispositivo intraocular que permite el drenaje correcto del líquido ocular, y por consiguiente, disminuye la presión del mismo.
Un par de semanas después los médicos me dieron respuestas no muy favorables a este procedimiento. Tenía que volver a ingresar a quirófano para retirar aquella válvula y reinserción de una nueva.
Dos o tres semanas posteriores, los médicos se percataron que mi córnea se descompensó y se opacó por completo, originando así pérdida profunda de la visión.
De regreso a la escuela
Dos semanas después me incorporé a la escuela; me sentía bastante diferente, extraña y fuera de lugar, y a pesar de que decidí hablar con mis maestros sobre mi situación y algunos de ellos me apoyaban, otros no lo hicieron. Una gran parte de mí me decía que no podía dejarme caer ante semejante situación, así que tomé la decisión de seguir estudiando y hacer mi mayor esfuerzo.
Sin embargo, esto sólo duró un año ya que al comenzar mi tercer y último año, tomé la decisión de abandonar la preparatoria debido a que sufría de una depresión causada no solo por mi difícil situación de perder la vista sino por las diferentes situaciones que conllevaba como: dificultades de desplazamiento de forma autónoma dentro y fuera del plantel, y esto conllevaba a una cierta inseguridad para caminar y temor de sufrir accidentes, además las dificultades para desempeñar mis trabajos escolares, la falta de apoyo, incomprensión y la apatía de los compañeros de clase y maestros.
Mi aceptación y rehabilitación
Tres años después de abandonar mis estudios y sin poder salir a la vida, decido comenzar a rehabilitarme en el uso y manejo del bastón blanco, terapia ocupacional y escritura del braille. Fue ahí entonces que comencé a acercarme y conocer poco a poco a personas increíbles que al igual que yo tenían la misma situación e incluso ceguera total y que me contagiaron de su buena actitud.
Este proceso fue para mí bastante bueno ya que el tener este acercamiento a este mundo, mi aceptación a la discapacidad fue más sencilla.
Un día recibí la invitación por parte de una amiga para participar en un evento de modelaje incluyente la cual acepté de inmediato. Se convirtió en el primero de varios proyectos de moda incluyente en los que participaría.
Una de las situaciones más difíciles para mí fue el volver a salir; el tratar de ser autónoma en la calle, el hacer sola mis compras, el saber pedir ayuda. Esto nadie te lo enseña, por lo tanto tuve que comenzar a hacerlo poco a poco e ir perdiendo ese miedo que se manifiesta al adquirir una condición de discapacidad. Pero aún así estás consciente que debes y puedes hacerlo
La discapacidad abrió mis ojos a un nuevo mundo
Más tarde me inscribí al bachillerato abierto para personas con discapacidad, el cual cambió mi manera de pensar y actuar aún más. Este acercamiento que comencé a tener con chicos y chicas de diferentes discapacidades abrió mis ojos a un mundo que desconocía, el darme cuenta de su realidad “Nuestra realidad”.
Mis inicios en las redes sociales
Fue entonces cuando me di cuenta que hace bastante falta trabajar en la inclusión, que se hable del tema y que la sociedad en general pueda aportar desde su área.
En mi caso, tengo un canal en la plataforma de Youtube donde comparto algunas experiencias por las que he pasado así como una página en la red social Facebook donde comparto contenido interesante sobre el tema de la discapacidad y la inclusión.
Mis planes a futuro
En mis planes está el seguir el activismo; trabajando y aportando a la inclusión. Estudiar la carrera profesional relacionada a las ciencias sociales en donde me permita tener el acercamiento a la sociedad.