“La esencia de la humanidad es la evolución, nacimos para crecer: maravillosa aventura que nos hace cada vez mejores”
Por Patricia de Anda Hermoso
Nuevos paradigmas han aportado un mayor humanismo a nuestro planeta, como los relativos a las mujeres, el liderazgo y la discapacidad.
El avance de una sociedad se ve en la situación de sus mujeres, el tipo de liderazgo denota la dignidad de un pueblo y el humanismo se demuestra con la integración social de los más débiles: niños, ancianos, enfermos, marginados y personas con discapacidad.
Estos tres principios son la punta de lanza en la evolución social, camino que se abre con el esfuerzo de quienes tienen clara la vocación humana de progresar y saben que sólo se puede alcanzar un pleno desarrollo si a todos incluye. La felicidad de unos pocos no basta, porque la situación infeliz de los demás duele y afecta a la sociedad en su conjunto.
Las leyes y los principios básicos de la mayoría de los países reconocen el valor y la dignidad de la mujer, como un ser independiente que se hace día a día a sí misma y brinda valiosas aportaciones a la comunidad sin claudicar a su esencia femenina y vida familiar.
En este camino, la mujer ha aprendido a desenvolverse, valerse por sí misma, estudiar, trabajar, un sinfín de cosas más y, desde luego, a ejercer su liderazgo.
Este paso hacia una sociedad menos patriarcal donde la importancia del pensamiento y el conocimiento ha sustituido a la fuerza bruta, implica un avance importante en la evolución humana. Las mujeres y las personas con discapacidad han encontrado su lugar en el desarrollo de actividades que privilegian el uso de la mente sobre el cuerpo.
Para ser líder se requiere el mismo esfuerzo que se necesita para convertirse en un ser humano bien integrado, así hombres y mujeres, robustos y frágiles, tienen la oportunidad de alcanzar sus sueños basándose en el crecimiento personal.
La máxima condición que el ser humano puede alcanzar es valorarse a sí mismo y vivir bajo la guía de principios superiores y ésta es precisamente la base del liderazgo eficaz. Ser líder consiste en ser uno mismo.
Sabemos que no siempre se consideró así. Históricamente encontramos diferentes tipos de liderazgo que van desde el sometimiento más feroz hasta democráticas organizaciones donde todos son tomados en cuenta.
La idea tradicional identifica el poder con la fuerza. Las líneas de influencia son verticales y van de arriba hacia abajo.
Las características del líder clásico consistieron en el desarrollo de cualidades masculinas que se basan en la fuerza y el dominio. Algunas mujeres que estuvieron en posiciones de dirección adoptaron como suyas esas características.
El concepto del poder, como efectividad, es mucho más elástico y democrático, porque se puede adaptar a las necesidades de la gente y de la organización. Se busca la influencia, no la imposición y, por lo mismo, concede mayor independencia a quienes tienen menos poder. Las cualidades femeninas se consideraban como un estorbo para ejercer el poder, significaban debilidad, ahora no sólo son válidas, sino indispensables en un mundo que ha descubierto que el humanismo es la única solución a sus problemas.
Los tiempos de hoy son de vigencia humana, por lo tanto, son tiempos de vigencia femenina. La mujer aporta su esencia conciliadora y amorosa para lograr un equilibrio social. Los últimos decenios fueron testigos de la transformación de la mujer, que de ser una persona dependiente pasó a convertirse en protagonista en todas las áreas de la vida pública. Las mujeres son las generadoras de una revolución, que muchos consideran que es la más importante del siglo XX: la del acceso femenino a la toma de decisiones en la sociedad.
Por otra parte, en su momento ser mujer ha implicado discriminación, ser mujer con discapacidad ha significado una doble desventaja social, aparte de los problemas que implica en sí, el hecho de vivir con una discapacidad.
En cierta ocasión un amigo ciego me decía: “ser ciego es difícil, pero ser mujer ciega es lo peor que le puede pasar a alguien, no sabes cómo abusan de ellas y ni siquiera puede ver quién fue”. Cuesta trabajo creerlo, pero así es.
Sin embargo, el indomable espíritu humano no se detiene ante las limitaciones de la materia y en la sociedad las mujeres con discapacidad han reclamado también su lugar. Las encontramos en fábricas, escuelas, empresas privadas, dependencias de gobierno, en instituciones culturales y en todos los ámbitos de la vida social.
Las mujeres con discapacidad han encontrado fuerza en su interior para trascender a través de su obra.
El ser sorda y ciega no impidieron a Helen A. Keller poseer una de las culturas más vastas de todos los tiempos.
Nacida en 1880 en Ruscumbia, Estados Unidos, a los 19 meses de edad una enfermedad la dejó ciega y sorda. La imposibilidad de comunicarse con ella no sólo impidió que aprendiera a hablar, sino que se llegó a pensar que tenía una discapacidad intelectual, esto es, que no tenía ninguna capacidad de aprender y a los siete años, a punto de ser internada en un asilo para que la cuidaran el resto de su vida, su madre contrató, como última esperanza, a una docente: Ana Sullivan.
La maestra milagrosa, como se le ha llamado, sacó a Helen del aislamiento en que la sumió el silencio y la oscuridad. Por medio del tacto llegó a comunicarse con ella y posteriormente le enseñó a hablar.
Después aprendió el sistema de lectura y escritura braille, y en compañía de Ana Sullivan ingresó a la escuela hasta llegar a realizar estudios superiores, después de estudiar en Perkins School for the Blind. Los logros académicos más importantes alcanzados por Helen fueron: doctorado honorario en Leyes de la Universidad de Harvard en 1955, un doctorado honorario en Humanidades de la Universidad de Glasgow en 1932, además estudió en la Universidad de Radcliffe, entre otras.
Estos son solo algunos ejemplos de los doctorados honorarios que Helen Keller recibió a lo largo de su vida. Su impacto en la sociedad y su defensa de los derechos humanos continúan siendo reconocidos y admirados hasta el día de hoy. Conocía perfectamente varias lenguas antiguas, además podía comunicarse en lengua de señas, inglés, francés y alemán.
Su espíritu elevado, su optimismo y su alegría hicieron de ella un auténtico prodigio. Su vocación de escritora se manifestó desde muy joven, a la edad de 15 años escribió La Historia de mi vida; a los 16, Optimismo; y a los 21, El mundo en el que vivo. Otras de sus obras son: La canción de la pared de piedra, Fuera de la oscuridad, Mi Religión, Midstream – Mi Vida Última, Diario de Hellen Keller, Tengamos Fe, Maestra (Ana Sullivan) y La puerta abierta.
Asidua colaboradora de revistas y conferencista transmitió su mensaje de esperanza y felicidad a través del orbe. En 1968 abandonó este mundo dejándolo mejor de lo que lo encontró, a través de su trabajo, su ejemplo y su mensaje repleto de fuerza espiritual, amor y alegría.
De esta manera, Helen Keller al igual que la mexicana Gabriela Brimmer han dejado una huella imborrable en nuestro mundo.
Gaby Brimmer decía: “Nací el 12 de septiembre de 1947 en la ex región más transparente”
No parecía haber ninguna esperanza para una niña que no podía moverse debido a la parálisis cerebral. Su nana, Florencia Sánchez descubrió que aquel pequeño ser inmóvil, desplazaba ligeramente el pie izquierdo. Surgió entonces, un mundo de posibilidades de comunicación a través de él.
Con el pie expresaba su gusto o rechazo, apareciendo entonces el sí y el no como base para un entendimiento mutuo que después se abriría a los demás miembros de la familia y permitiría ese elemento indispensable para el desarrollo de cualquier ser humano: la relación con los demás.
Al lado de Florencia, Gaby incursionó por el mundo, fue a la escuela, su pie izquierdo aprendió a escribir a máquina y en 1967 la Escuela Nacional Preparatoria, Plantel 6, la albergó como estudiante. Al llegar a la Universidad Nacional Autónoma de México las escaleras constituyeron la barrera que le impidió a su silla de ruedas acudir a todos los salones de clases y poder terminar las Licenciaturas en Filosofía y en Periodismo.
A los 30 años manifestó su enorme deseo de ser madre. Por adopción, una niña recién nacida llegó a sus brazos sin fuerza, pero que sostenía con el poder de su alma y así la llamó: Alma, con todo el significado que tiene la palabra. Su amor maternal encontró un depositario.
El 25 de abril de 1991, después de varios intentos, fundó la Asociación para los Derechos de las Personas con Alteraciones Motoras, ADEPAMIAP que, entre otros servicios, proporciona, rehabilitación a las personas de escasos recursos. Su vocación de escritora se expresó en Gaby, Una Historia Verdadera, que realizó en colaboración con Elena Poniatowska. Después escribió Gaby, Un Año Después, Disfraces y Cuentos.
Las lecciones de optimismo y alegría que transmitió Gaby Brimmer a lo largo de su vida constituyen una inspiración para todos, por algo su canción favorita era “Gracias a la Vida” de Violeta Parra.
Mención especial merecen Ana Sullivan y Florencia Sánchez, seres excepcionales que hicieron posible lo que parecía imposible: poner en contacto con el mundo a estas dos maravillosas mujeres, que por sí solas hubieran quedado confinadas al ostracismo y nos hubieran privado de la gran riqueza de su espíritu que nos obsequiaron a través de su trabajo.
Artículo de la Licenciada en Derecho Patricia de Anda Hermoso, con licenciatura en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, certificada como locutora A por la Secretaría de Educación Pública, con diplomados en diversas instituciones, entre otras, la UNAM y el ITAM y Maestría en Integración de Personas con Discapacidad por la Universidad de Salamanca, España.