Con información de BBC News Mundo
Misofonía, proviene del griego y literalmente significa “odio al sonido”
En los últimos años nos ha tocado conocer de supuestas nuevas enfermedades o padecimientos, que los que con anterioridad no se hablaba, aunque seguramente ya existían personas que lo padecieran; incluso se ha llegado al extremo de atribuirlos a las vacunas contra el covid-19 y a otros motivos totalmente alejados de toda lógica.
Uno de esos padecimientos es la misofonía, término que para muchos de nosotros resulta totalmente nuevo, siendo el tema que desarrollaremos en este artículo.
Es importante comentar que la información fue publicada en la BBC News Mundo, el 28 de junio de 2022.
¿Qué es la misofonía?
Misofonía es un término relativamente nuevo que describe un desorden auditivo que no está claramente entendido, explica el Doctor Zachary Rosenthal, Psicólogo Clínico y Profesor del Departamento de Psiquiatría y Neurociencia de la Universidad de Duke, localizada en Carolina del Norte en los Estados Unidos, involucra un tipo de sensibilidad y reacción a estímulos sonoros y/o señales visuales repetitivos.
“Los sonidos son producidos por otras personas, ya sean con la cara, labios, nariz o garganta”, dice Rosenthal, “y suelen suceder en entornos donde la persona afectada se siente atrapada, como alguien masticando una manzana en un autobús, o engullendo, o sorbiendo”.
Estos sonidos son descritos como “gatillos” porque provocan una reacción intensa en quien lo padece.
El término viene del griego y literalmente significa “odio al sonido”, y aunque fue adoptado después de cuidadosas consideraciones, el psicólogo lo encuentra desafortunado.
“La gente con misofonía no necesariamente tiene un odio, sino que experimenta una amplia gama de emociones y responde con un comportamiento emocional, cognitivo y fisiológico que sucede casi automáticamente y no puede controlar”, enfatiza el psicólogo.
Quienes padecen misofonía ven a la persona que hace un ruido que los afecta “como un oso agresivo”, y su cuerpo reacciona como si fuera una amenaza significativa, que dispara el instinto de fuga o lucha, y que es incapaz de evadir”, indica el doctor Rosenthal.
El trastorno puede provocar discapacidad y en los casos más severos es devastador, tanto para el individuo como para su familia.
Algunas consideraciones adicionales para entender mejor la misofonía
Es muy probable que el ruido que producen las uñas rasgando una pizarra o un metal rayando un vidrio te ponga los pelos de punta, como nos sucede a muchos. A veces incluso basta con imaginarlos. Son sonidos de alta frecuencia y resultan tan desagradables para el oído humano que pueden causar reacciones negativas en el cerebro, alterando temporalmente el estado de ánimo y control del individuo.
Pero imagínate qué pasaría si no pudieras soportar un sonido simple, como el chasquido de labios, o un suspiro, o alguien masticando y que tu primera reacción fuera atacar la fuente de ese sonido o salir corriendo a esconderte.
Es lo que les sucede a quienes padecen de misofonía, un trastorno que apenas se lleva investigando unos años y que involucra una sensibilidad y reactividad a estímulos sonoros que al nivel más severo pueden ser devastadores para quienes lo sufren y sus allegados.
BBC Mundo recogió la experiencia de una mujer cuya vida ha quedado convulsionada por este mal al tener un hijo con el trastorno, veamos este interesante relato.
Los nombres de las personas involucradas han sido cambiados para proteger su identidad.
Dentro de “la maraña de la misofonía”
Grace, de 59 años, vive en Minneapolis, Minnesota, donde es profesora universitaria; lleva casi 30 años casada y tiene tres hijos, dos varones de 25 y 19, y una hija de 23 años.
“Diría que tuvimos una vida familiar típicamente feliz, con problemas que se considerarían normales”, hasta que empezó a notar un curioso comportamiento en su hijo menor.
“Cuando Matthew tenía unos 12 años, comenzó a desarrollar una vida cada vez más alejada de mí, pasaba más tiempo con su papá, cuando tenía un problema acudía a él”, dice. “Lo atribuí a sus intereses, a lo diferente que era de mí”.
A él le gustaba estar al aire libre, montar en bicicleta, salir con sus amigos y practicar deportes, mientras que a ella le atrae la vida académica, la lectura. Grace incluso bromeaba con su esposo y le decía que el chico parecía solo hijo de él.
Se quedaron con esa idea, “trágica en retrospectiva”, señala Grace, porque si hubieran sabido que se relacionaba a un problema más grave quizás hubieran podido intervenir anticipadamente. Porque cuando Matthew tenía unos 15 años, la situación se hizo más dramática: Matthew empezó a huir de Grace.
“Si yo entraba en un cuarto en el que él estaba, salía corriendo. O se agachaba en un rincón hasta que yo saliera”, describe. “Lo peor era en el auto, cuando lo llevaba a la escuela o a alguna cita. Se encorvaba todo, se subía la capucha de su sudadera y no me hablaba”.
Grace le preguntaba qué ocurría, pero el chico era incapaz de articularlo y contestaba “nada”. “Esa evasión me daba la sensación de que me odiaba, y eso fue devastador para mí”, expresa.
“Vivíamos en la misma casa, pero casi nunca lo veía, casi ni lo escuchaba, literalmente desapareció durante esa etapa aguda. También perdió mucho peso, estaba muy estresado, se veía atormentado, miserable”. Algo pasaba y no podían descifrarlo. Hasta que hicieron una cita con una psicóloga y fue cuando les dieron el diagnóstico: misofonía.
Grace y su esposo tuvieron suerte de encontrar muy cerca de donde viven a una muy buena Psicóloga familiarizada con misofonía, hacen sesiones familiares e individuales. Pero aunque les ha dado herramientas para entender a Matthew, sigue siendo una situación difícil de abordar.
“Soy una persona inquieta, me muevo mucho”, relata Grace. “Y antes de hablar hago un sonido casi inaudible, una ligera aspiración que provoca a mi hijo, como también puede suceder cuando él ve mi mandíbula moviéndose”.
Es algo que me hace sentir horrible, me rompe el corazón. No hay nada más cruel que tu propio hijo huya de ti, se esconda en un rincón y se cubra la cara”, detalla.
“Lo que ha cambiado con la terapia es que trato de manejar mejor el hecho de ser constantemente la fuente de esa repulsión”, expresa Grace.
La familia también ha reorganizado la casa, Matthew ocupa el tercer piso. Tiene su propio dormitorio, un baño y un salón grande. Allá se dirige inmediatamente cuando llega del trabajo. No se habla ni se ve con su madre y se comunican por texto o correo electrónico.
“Todas las noches le envío un texto para ver cómo está y luego acostumbro a mandarle un correo electrónico más extenso en el que le cuento cosas de nuestra vida familiar”. Cuando Matthew tiene algo urgente que decir, se para en el corredor y Grace se mete a un cuarto aledaño desde donde le pregunta por texto si puede contestar o si solo debe escuchar.
Cuando no está, su madre sube al tercer piso para arreglarlo un poco. Tiene un cuaderno de anotaciones donde le deja mensajes y cada semana pone nuevas fotos de la familia, de él y de todos juntos en los marcos.
“Suena ridículo, pero trato de hacer cosas para incluir a Matthew en la vida cotidiana y recordarle cuánto lo amamos y que sigue siendo parte central de la familia aunque se mantenga en la periferia”.
En una navidad, por ejemplo, a la hora de abrir regalos, Matthew y sus hermanos se fueron a la sala, mientras que Grace y su esposo se quedaron en otro piso mirándolos por video. Los hijos les hablaban desde abajo, los padres contestaban por texto.
Con apoyo de su familia y la terapeuta, Matthew ha logrado superar algunas barreras, con resultados que Grace reconoce que la han sorprendido.
Después de un año de ruptura total, la familia empezó a aprender cómo estar reunida de la manera más cómoda para Matthew. Y de pronto empezó a enviarle textos a su madre preguntándole en qué parte de la casa estaba. “Me buscó y me dio un abrazo. Fue algo inmenso, increíble. Lloré durante una hora”, dice, reconociendo el precio que seguramente su hijo arriesgó a pagar por ese contacto.
“Eso ha pasado cuatro o cinco veces en los últimos dos años, cuando entramos en contacto por unos 40 segundos, que me puede abrazar, decirme que me ama y luego se va”.
A pesar de las dificultades, Matthew tiene perspectivas y motivaciones en su vida. Es un gran jugador de squash -la reverberación sonora de la pelota le trae alivio. Es operador de ambulancia, y pronto tendrá una entrevista para un puesto en el Departamento de Bomberos de St. Paul, Minnesota, un sueño que tiene desde la infancia, comparte Grace.
“Mi esperanza es que desarrolle una vida feliz laboralmente y tenga una familia. Realmente quiero eso pues siento que aquí con nosotros no la tuvo”, expresa. “Lo triste es que no veo que esa vida me incluya mucho, a no ser que algo cambie dramáticamente, como mi presencia física”.
Grace está escribiendo un libro sobre cómo es vivir con misofonía, planea publicarlo dentro de un año.
¿Qué tratamientos existen?
Dado que es un trastorno difícil de diagnosticar y del que hay poco conocimiento, no hay tratamientos bien desarrollados desde un punto de vista científico, indica el doctor Zachary Rosenthal, de la Universidad de Duke.
“Casi todos los que se han probado, se han hecho usando algún tipo de terapia cognitiva-conductual (CBT)”, que incluyen intervenciones que cambian patrones de pensamiento, de aprendizaje, de manejo corporal, regulación de emociones, atención y de comunicación.
Pero la misofonía es mejor entendida como una condición multidisciplinaria, opina el experto. “No deberíamos focalizarlo simplemente en un desorden psiquiátrico o de salud mental. Ver un especialista en terapia cognitiva-conductual es una parte, la otra sería ver a un audiólogo que pueda evaluar problemas o procesos auditivos”, explica.
También recomienda hablar con el paciente sobre estrategias auditivas, donde se pueden usar dispositivos en los oídos para proteger o filtrar sonidos selectivos, que los pueden ayudar a funcionar en sus vidas y controlar el impulso de querer escapar. “Es complejo, no es un problema que se va a resolver en un solo lugar. Hay personas que tal vez necesitan ver a un neurólogo o incluso a un terapeuta ocupacional”.
Comentario final
Es realmente sorprendente todo lo que puede ocasionar la misofonía, no solo en la persona que la tiene, sino en el impacto en general en toda la familia y personas cercanas, por lo que resulta muy importante conocer estos “nuevos” trastornos y estar preparados para los síntomas que podamos detectar en algún familiar o persona cercana.
Interesante artículo que muchos desconocemos, pasa desapercibido en las familias y de tanta importancia, muchísimas gracias al equipo de Hit sus artículos nos llenan de cultura, ciencia, pero sobre todo nos hacen más humanos al entender tantas situaciones por las que pasan nuestros semejantes
Estimada licenciada muchas gracias por su comentario, para quienes integramos HIT es muy valioso recibir comentarios como el de usted, una persona con mucha sensibilidad en todo lo relacionado con la discapacidad. Saludos cordiales