Soy Rolando Justiniano, vivo en Bolivia, un hermoso país sudamericano, y aprovechando la oportunidad que me brinda HIT – Hagamos de la Inclusión un Todo, les contaré algunos aspectos de mi vida, momentos duros, muy difíciles, pero que me han ayudado para crecer, madurar y estar en condiciones de superar cualquier obstáculo que se me pueda presentar.
Esta historia empieza el año 1968 en la ciudad de La Paz, Bolivia
El 23 de junio de 1968, siguiendo la tradición en la ciudad de La Paz, de celebrar la fiesta de San Juan donde se acostumbra quemar las cosas viejas, yo tenía tan solo 8 años de edad, y entre las cosas que se quemarían encontré un artefacto raro para los demás integrantes de mi familia, se trataba de una espoleta de granada de gas lacrimógeno, artefacto que no era desconocido para mí ya que mi padre era oficial de la policía.
Ya por la noche empecé a manipular el citado artefacto, esa noche el ambiente se confundía con los ruidos de los fuegos pirotécnicos, por mi falta de experiencia la espoleta explotó, dañándome parte del rostro, pero de manera especial me dañó los ojos, sentido más preciado por cualquier ser humano, este accidente fue presenciado por mi hermana de 5 años de edad, la que afortunadamente no sufrió daños.
La afectación fue muy traumática al extremo de perder el ojo izquierdo en ese momento por lo fuerte de la detonación, fui asistido de emergencia en un centro médico, sometido desde esa fecha a varias cirugías por parte de diferentes oftalmólogos, con el resultado de salvar el ojo derecho en un 80 por ciento, el ojo izquierdo fue remplazado por una prótesis.
Así transcurrieron los primeros años en mi infancia, mientras continué estudiando la primaria.
Un segundo hecho trágico, más doloroso aún.
El 22 de diciembre de 1971, sucede un segundo episodio trágico en mi vida, mi mamá toma una terrible decisión, la de quitarse la vida conjuntamente con la de mi hermanita, dejando una carta póstuma escrita por ella misma.
Recuerdo con mucha tristeza una parte de la carta en la que decía “que el objetivo de dejar este mundo, era por mí, ya que no aceptaba que de ser un niño normal y sano, yo haya quedado con esa deficiencia visual, y que la gente me discriminara”.
Aunque tenía solo 12 años, logré sobreponerme a esta tremenda tragedia, al quedarme huérfano mi abuela materna se encargó de mí, nos cambiamos de departamento para estar cerca de mi papá, quién continuaba como oficial de policía.
Salí de la secundaria y también seguí la carrera de policía, no de academia ya que por el accidente que tuve no pude postularme a oficial de policía, entonces agarré la rama civil dentro de la institución policial, ya dentro de las filas policiales me desarrollé muy bien, por mi vocación que siempre tuve por la vida policial o militar que era mi anhelo, desempeñándome desde 1982 como policía en los Departamentos de Inteligencia e Interpol.
Nuevamente una dura experiencia que tuve que superar.
El 7 de julio de 1994, en un operativo policial, después de haber realizado una investigación para localizar el domicilio donde se escondían unos delincuentes internacionales, dando con el lugar un compañero de la oficina y yo fuimos heridos de bala, como resultado mi compañero murió y yo recibí dos balazos, uno en el abdomen y otro en el glúteo, fui asistido por otros compañeros y me llevaron a un hospital cercano al lugar de los hechos.
Hasta esa época, mi visión era de un 80% con ayuda de lentes.
Mi lucha para evitar la ceguera, lucha que finalmente perdí.
En el año 1999, empiezan las dificultades más fuertes con mi vista, con problemas en la córnea del único ojo con el que veía, el que me permitía trabajar para mantener a mi familia, integrada por mi esposa y tres hijas.
En el año 2004, después de un tratamiento largo me sometí al primer trasplante de córnea en Colombia, en la Clínica Barraquer en donde además del trasplante me colocaron un lente intraocular, quedé muy bien.
Mi vida transcurría de manera normal, hasta que en el año 2007 nuevamente tuve problemas en la córnea, fue un rechazo al lente intraocular que me colocaron, retorné a Colombia en donde me realizaron un nuevo trasplante de córnea.
Pasó un año o quizá dos, nuevamente la córnea se me opacó, creciéndome un epitelio y endotelio empezándome a dañar la retina, me sometí nuevamente a un trasplante ya en Bolivia, el resultado nada positivo la retina se dañó después de varias sesiones de laser.
Para tratar de solucionar lo que ya se había agravado, me realizaron una vitrectomía, una cirugía más invasiva, de ahí retorne a Colombia me examinaron y me aconsejaron no volverme a operar, que me quedara con mi baja visión.
En la desesperación de no quedar en la oscuridad permanente, me sometí nuevamente a una cirugía esperanzadora de la retina, el resultado fue inesperado ya que perdí la poca visión que tenía y quedé totalmente ciego.
El proceso del duelo me trajo grandes repercusiones.
Fue a mediados del año 2009 en el que quedé ciego, el proceso del duelo después de la perdida de mi vista, provocó en mí un cambio en mi carácter, empecé con las bebidas alcohólicas, reconozco que un año antes de perder la vista conocí a una mujer que me apoyó en este difícil proceso del primer año de mi ceguera, ya que mis hijas y mi esposa se desentendieron de mí.
Un factor determinante para salir adelante fue mi propio interés por superarme, siendo la tecnología una ayuda muy importante. En la actualidad soy policía jubilado, tengo mi pensión o renta mensual.
Al final de cuentas lamento haber perdido a mi familia, el hogar que había formado, pero logré superar el mundo de la oscuridad; hago todo lo que está a mi alcance para que la sociedad no nos vea como seres raros, sino que entiendan que los ciegos también formamos parte de la sociedad y que tenemos derechos que deben de ser respetados.