“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos” – El Principito, Antoine de Saint-Exupéry.
Hola, mi nombre es Hilda Laura Vázquez Villanueva, soy una mujer con discapacidad visual y algunas limitaciones motrices. Cuando nací en el seno de una familia tradicional, mis padres Laura y Felipe eran muy jóvenes, ella de 16 años y él de 18. Soy la mayor de cuatro hermanos y ninguno de mis tres hermanos menores tiene o manifiesta alguna discapacidad.
Mi niñez considero que fue una etapa hermosa en mi vida. Como muchos niños y niñas, me enfrenté a muchas discriminaciones, lo que ahora llaman bullying, pero en mis tiempos esas palabras no existían, ni siquiera se entendían como un maltrato.
En busca de un diagnóstico esperanzador
Cuando yo nací, mi mamá acudió a muchos médicos para que le dieran un diagnóstico claro y no hubo una respuesta, simplemente le dijeron que yo era ciega y que buscara algún apoyo. Una visita inesperada a uno de tantos médicos, le recomendaron que acudiera al Hospital de la Ceguera y el que en aquel entonces era el director, el doctor Daniel Silva, me tomó como una bebé con la que podía probar una nueva técnica que estaba llegando al hospital, para combatir el diagnóstico, que hasta ese momento conocieron mis papás, catarata congénita.
Seguramente porque mis padres eran muy jóvenes, el director del hospital solo les dijo que me iba a tratar de abrir unas pequeñas ventanitas dentro de mis ojos para que pudiera ver. Únicamente mi ojo derecho tuvo una ligera mejoría con la cirugía, con el cual logré ver algunos colores y distinguía entre la luz y la oscuridad. Mi mamá me cuenta que eso sucedió como a los seis meses de nacida, porque cuando yo ya empezaba a reaccionar a estímulos normales como los biberones y los brazos de mi familia, los distinguía y me gustaba mucho los colores más brillantes, particularmente el azul y el rojo. Entonces mi papá siempre se vestía con sudaderas y suéteres de esos colores, para que yo siempre quisiera estar con él.
Mi feliz infancia
Yo no tuve juguetes adaptados, en mis tiempos no había, yo tuve muñecas, las mismas que en ocasiones tenía mi mamá, mi hermana, tuve patines, tuve rompecabezas con los cuales mi mamá me ayudaba a armar y yo identificando la forma de las piezas lograba armarlos, obviamente no tan complicados.
Mi mamá también me involucraba en algo tan importante como eran las actividades de casa, fui una niña que aprendió a barrer, a cocinar y a involucrarse con las actividades propias de la dinámica familiar. Afortunadamente, siendo la mayor, tuve muy buena respuesta o aceptación por todos los miembros de mi familia, tanto los hermanos de mi papá y de mi mamá, nunca tuvieron ningún prejuicio hacia mí. Mis abuelos me adoraban.
Quiero compartirles una anécdota que me pasó siendo pequeña, cuando yo en algún momento no quería hacer actividades de la casa y no quería barrer, mi mamá me tomó de las orejas y me agachó y me dijo “mija, pero usted barre, a mí me gusta que las niñas y la gente aquí en la casa aprenda a hacer de todo, que el día que tengamos que hacer algún favor podamos resolver las cosas de la mejor manera. Y si tú en algún momento tienes que estar en alguna otra casa, prefiero que te regresen por floja, no por inútil”. Entonces todas esas frases me hicieron crecer mucho en la escuela.
Estos recuerdos me traen muchos sentimientos encontrados, por un lado el gran amor del que siempre me vi rodeada, y por otro lado me da mucha nostalgia, porque también pienso que hay familias que el prejuicio se les antepone y no le brinda todo el amor y el apoyo familiar a un hijo con discapacidad.
Inicia mi aventura escolar
No tuve la oportunidad de estudiar en una escuela para niños ciegos, aunque en mis tiempos sí había, quedaban muy lejos de mi domicilio y mis papás nunca me quisieron dejar internada. Entonces encontraron el apoyo de una maestra que estaba en una escuela, en donde se atendían todas las discapacidades, lo que ahora se conoce como los centros de atención múltiple, y esa maestra les dijo que en seis meses le podía enseñar a mi mamá y ella me podía capacitar para que yo pudiera estar en la misma primaria que mis hermanos. Y así lo hicimos.
Mi mamá aprendió braille, yo me esforcé mucho para aprender lo que mi mamá me enseñaba, entonces una maestra de la escuela en la que estudiaba mi hermano, se comprometió a recibirme como alumna incluida. Tuve situaciones complicadas, porque no había adaptaciones de materiales y los libros me los hacía mi mamá. Y en algún momento también me los leían mis compañeros, mis compañeras de clase y mis maestras, las que todos los años fueron cambiando en la primaria, las que reconozco ponían mucho de su parte para que yo pudiera participar en las actividades tanto deportivas como recreativas de la escuela.
Tuve la fortuna de tener muchas amiguitas de mi edad, eso me fortaleció mucho. A la fecha conservo esas amistades y me da mucho orgullo, porque en las diferentes etapas de la vida la amistad se demuestra siempre.
Entré a la secundaria, en esta etapa de adolescencia también fue un poco complicado, porque tuve que buscar una secundaria en la que tuvieran algunas consideraciones. Afortunadamente llevaba un buen nivel académico y la persona que me hizo la valoración, sugirió a la directora de la escuela que me dieran una oportunidad. Se hablaba con los docentes y se les pedía que mis exámenes fueran de manera oral, a lo que algunos maestros no accedían y yo recibí entonces el apoyo por el área de psicología.
La verdad es que también me fue muy bien, porque aprendí a pedir apoyos cuando lo necesitaba. Mis compañeros y compañeras de salón que se sentaban junto a mí, me hacían favor de dictarme lo que los maestros escribían en el pizarrón, yo lo escribía con plumón en hojas guía para que ellos supieran que sí estaba escribiendo lo que ellos anotaban y luego pasaba mis apuntes a braille.
Cuando llegué al tercer año de secundaria, viví muchos episodios de falta de identidad, porque me di cuenta ahí, ya con 14 o 15 años de edad, que sí, efectivamente yo era diferente a todas las niñas. La mayoría de ellas ya tenían novio, a mí ningún chico se me acercaba, por el hecho de ser ciega.
Cuando los niños y las niñas se burlaban de mí porque de repente yo tenía algún accidente, justo por no ver, le tiraba los cuadernos a alguien sin querer o le pegaba a alguien, mi papá me decía tú eres ciega, pero no tonta, ellos son tontos porque se ríen de esas cosas que tú sin querer haces. Pero tú vas a estudiar y eso es lo único que te debe importar. Todas esas frases me hicieron fuerte.
Un psicólogo que estaba en la secundaria, les recomendó a mis papás que buscaran un proceso de rehabilitación para mí. Entonces cuando salí de la secundaria mis papás buscaron apoyo y encontraron una institución que se llama el Comité Internacional Pro Ciegos, desafortunadamente allí solo recibían a personas adultas, es decir mayores de 18 años. Pero mi papá redactó una carta en donde me daba permiso de acudir y me aceptaron.
En ese entonces, iba a cumplir 16 años, ahí recibí clases de bastón, me dieron un repaso del Braille, pero sobre todo muchísimo fortalecimiento que me abrió una nueva perspectiva de la vida. Me di cuenta de que como persona ciega podía hacer muchas más cosas de las que ya hacía. ¿Por qué? Pues porque conocí el contexto de las personas ciegas adultas. No conocí a los niños ciegos, pero sí a los ciegos adultos, lo que abrió un contexto y un camino totalmente distinto a lo que yo conocía. Me volví amante y consumidora de audiolibros, de libros en braille, además de que conocí a muchos chicos y chicas de mi edad.
Mi involucramiento en el deporte adaptado
En esa etapa me involucré en el deporte adaptado, me convertí en una competidora paralímpica. Tuve oportunidad de participar en dos Panamericanos, compitiendo en lanzamiento de jabalina, disco y bala; fui jugadora de goalball, representando a nivel internacional a México, jugaba la posición centro, que es la posición fundamental en un partido.
Siento que a partir de mi estancia en el Comité Internacional Pro Ciegos, gané mucha seguridad e independencia, pero sobre todo conocí a mucha gente clave en mi vida, entre ellas mi esposo, además de varias amigas y amigos que aún conservo.
Continúo con mis estudios
Muchas personas me decían que no tenía caso seguir estudiando, si al final del día tenía que terminar pidiendo limosna en el metro, como la gran mayoría porque no había oportunidades laborales. Eso me frustró en cierto momento, porque yo decía cómo es posible que uno le eche todas las ganas y que no haya oportunidades para salir adelante.
No obstante lo anterior, entré a la preparatoria y una vez que la terminé entré a la UNAM, en donde encontré otro contexto, la juventud, por así decirlo, y se me abrieron muchas oportunidades de desarrollarme. Ya salía sola, tenía amigos y amigas, se me presentaban otras situaciones, porque la misma convivencia con ciegos me dio mucha seguridad y mucha independencia.
En la parte académica, seguí con mi estrategia de escribir en Braille y de solicitar que los maestros me hicieran exámenes orales, afortunadamente nunca fui mala alumna y creo que eso me fue abriendo las puertas de muchos lados.
Estudié la licenciatura en Trabajo Social, soy egresada de la UNAM. Cuando llegué la directora me dijo que le daba mucho gusto que yo hubiera elegido la carrera, pero que una de las fortalezas de la carrera, era la observación, yo le respondí que si no podía yo solita me iba a ir, que me diera la oportunidad.
Como en etapas anteriores, también tuve dificultades, algunos maestros me apoyaban y otros simple y sencillamente no, no me brindaban las facilidades y decían que hacían uso de su libertad de cátedra y me sugerían mejor cambiarme de grupo, para no generar mayor conflicto. Había maestros que de plano se enojaban porque yo estaba en su clase, entonces pues yo mejor optaba por salirme. Afortunadamente, logré terminar la escuela con muchas dificultades.
En esos tiempos, tuve una situación familiar complicada, porque mis padres se separaron lo que independientemente de la edad que uno tenga, afecta mucho. Algo que nos afectó de manera especial, es que nos tuvimos que separar los hermanos, los dos más chicos se fueron con mi mamá y los dos grandes, nos quedamos con mi papá.
Mi experiencia laboral
No encontraba trabajo en ningún lado, Incluso en la misma bolsa de trabajo de la universidad, me decían que era complicado en varios espacios. Por ejemplo, quise entrar en un espacio en donde daban pláticas para jóvenes y me decían: No, es que los jóvenes son muy crueles, se van a burlar de ti. Todas esas situaciones hacían que me desanimara.
La verdad es que la necesidad hace también que uno se vuelva más fuerte, por lo que de tanto buscar, encontré trabajo en una fábrica de chocolates, repartiendo volantes, dando informes de diferentes tipos en espacios de promoción.
En 1998 me gané una beca en una empresa de tecnologías, que tenía un proyecto específico para personas con discapacidad visual, hacía demostraciones para ellos y para sus clientes y me pagaban. Era un programa que duraría tres meses originalmente, les gustó mucho la dinámica que yo empleé para hacer todas estas demostraciones y me quedé nueve meses.
Cuando terminó la beca, acudí a los servicios de empleo que tenía el DIF para poder colocar y promover a personas con discapacidad, logré colocarme en la recepción en el área del conmutador, Cuando mi jefe me contrató me dijo que él pedía perfil de secundaria y que yo tenía una licenciatura, yo le pedí que me diera la oportunidad, que necesitaba el trabajo.
Ese trabajo me permitió pagarme una media beca de un diplomado, en el cual conocí a una amiga que me invitó a generar un proyecto en donde la Fundación Conde de Valencia ganó los fondos suficientes para ejecutar un proyecto, para capacitar a personas ciegas en el uso de computadoras. La única condición que ponía la ONCE, era que todas las personas que participaban en el proyecto estuvieran contratadas por la Fundación, entonces tuve la fortuna de ser contratada en condiciones ya muy diferentes, como especialista en la materia. Tuve la oportunidad de trabajar seis años ahí, daba clases de computación y buscaba que las personas que estuvieran capacitándose conmigo pudieran encontrar un trabajo. Afortunadamente sí lo logré.
Empecé a participar en foros, en congresos que hablaban del tema de la discapacidad y la tecnología, mucha gente empezó a ver mi desempeño, derivado de esas actividades me invitaron a trabajar al gobierno de la Ciudad de México, bueno en aquel tiempo era el gobierno del Distrito Federal, concretamente al DIF, solo duré un año, ya que por desacuerdos personales opté por salirme.
Posteriormente, trabajé durante cinco años en una asociación que se llamaba Vida y Diseño, aprendí diseño, aprendí a ser gestora y promotora de proyectos, procuradora de fondos y también impartía clases y yo hacía de todo. Fue una época muy bonita porque profesionalmente crecí mucho.
También trabajé en un proyecto de la Fundación ONCE para América Latina, que era el proyecto Ágora, que es sobre inclusión laboral. A mí me tocó junto con la coordinadora de implementarlo y pude darme cuenta que la situación laboral para las personas con discapacidad, seguía siendo muy difícil, también percatarme de que mucho de todo eso es responsabilidad de la misma población con discapacidad, al no aprovechar las oportunidades para capacitarse.
Tuve la fortuna también de trabajar para el Instituto Mexicano del Seguro Social, afortunadamente por estas situaciones de impulsar el proyecto Ágora, muchas personas me veían en eventos y así como antes yo participaba como asistente, después ya me pedían exposiciones y me pedían pláticas y ahí me dieron algunas autoridades del Seguro Social y me invitaron a trabajar a un centro de capacitación y rehabilitación para el trabajo, específicamente para personas que estaban siendo pensionados por discapacidad, para que recuperaran su imagen y su actividad. Yo ahí estuve seis años trabajando y desempeñando funciones de trabajo social e implementé lo que era la estadística del área, diseñé todo el método específico de trabajo que se llevó en el área, desempeñé las funciones que me exigía la plaza de Trabajo Social: entrevistas, listas de asistencia, inscripciones.
Mi vida personal
Cuando trabajaba en la Fundación Conde de Valencia, después de año y medio, decidí casarme al tener un trabajo formal que me proporcionaba seguridad y estabilidad, mi esposo se llama Joel, es una persona ciega a quien conocí desde que estábamos en el Comité Internacional Pro Ciegos. Sin embargo como éramos muy jóvenes, en ese momento cada quien tomó rumbos diferentes y después volvimos a coincidir en el deporte, y fue cuando ya la relación se convirtió en algo serio y nos casamos en el 2002.
Desde que yo era muy joven y veía las cosas tan difíciles que pasaba la gente ciega con sus hijos, me hice el propósito de no tener hijos, incluso por la estabilidad laboral y por lo que implicaba el ser mamá, o que tus hijos terminen cuidándote a ti, porque socialmente así dicen cuida tu mamá y yo no quería eso para mis hijos.
Creo que la decisión de no ser mamá, también me acarreó muchos juicios sociales, porque la gente espera que como mujer seas mamá, tu familia sobretodo; desde antes de casarme hablé con mi esposo y le dije que yo no quería ser mamá. Yo estaba convencida de que la maternidad era una responsabilidad que yo no quería para mí, porque socialmente era complicado y económicamente aún más. Otro aspecto que no quería para mis hijos, era someterlos a este juicio social por tener una mamá ciega. Soy una mujer plena y feliz, pero sí te puedo decir que el rechazo o las burlas de la sociedad existen, pero por supuesto que sé que cuando voy caminando hay gente que se burla de mí.
A partir de mi casamiento me di cuenta que tenía muchas cosas que fortalecer. Aunque ya tenía 28 años, como es el crecimiento personal al lado de mi esposo. Creo que justo ese es un buen concepto de la vida en pareja, que trates de que tu pareja y tú crezcan y que haya un apoyo. Y si yo he logrado hasta ahora muchas cosas, ha sido gracias a eso, a que tengo conmigo un hombre que me respeta, que me ama y yo también. El que confía y cree en mí y en mi capacidad. Y yo lo motivo a que haga cosas. Y él me motiva y me apoya para que continúe haciendo cosas.
Un inesperado accidente que cambia mi vida
En el año 2016, cuando trabajaba en el Seguro Social, tuve un accidente al caerme del transporte público, el que desafortunadamente no atendí a tiempo y cuando quise hacerlo, ya se había complicado mucho. Al ser empleada de confianza no pude tomar algunas decisiones que me ayudaran, al contrario empecé a tener problemas con mi jefe inmediato, ya que cada vez me costaba más trabajo moverme y no se diga subir y bajar escaleras, además de que tenía que pedir permisos continuos para tomar rehabilitación, ya que los dolores en mi cadera eran insoportables.
Entonces, tomé la alternativa que me ofreció el Instituto para pensionarme, eso me deprimió muchísimo, porque perdí una estabilidad laboral, pero no tenía otra alternativa, ya que el dolor en mi cadera era muy fuerte. Después de varias consultas con especialistas, me dijeron que la única opción era operarme y ponerme una prótesis en la cadera, sin embargo había cierta resistencia de los doctores de operarme, considerando mi discapacidad visual.
En enero de 2017, me sometí a la cirugía de cadera en donde me pusieron una prótesis, aunque con muchos esfuerzos me rehabilité, tengo ciertas limitaciones motrices, no puedo subir y bajar escaleras, porque además, dos meses después de la cirugía, tuve dos caídas que hicieron que se me moviera la prótesis.
Pero no todo lo que nos sucede es malo, al menos yo siempre trato de buscarle a todo el lado positivo, por lo que he pensado que si no me hubiera sucedido eso, seguiría detrás de un escritorio, y no hubiera intentado tantas cosas como las que he realizado.
A qué me dedico actualmente
En el Instituto de las Personas con Discapacidad de la Ciudad de México, me desempeño como asesora externa, instructora de estrategias de atención a personas con discapacidad visual, (sistema Braille, adecuación de materiales educativos entre otras); y auditora web, de enero de 2019 a la fecha.
Consultoría “inclusión y discapacidad” A. C., marzo de 2000 a la fecha, fundadora y directora.
Imparto talleres y cursos a través de cualquier plataforma digital, de manera especial para personas con discapacidad visual.
Trato de tomar el mayor número posible de cursos de capacitación, con el objetivo de seguirme actualizando y aprender conocimientos nuevos.
Tuve la oportunidad de ser invitada para postularme para una diputación a nivel federal. Independientemente de si gano o no, lo importante es hacer visibles a las personas con discapacidad, demostrar que ante todo tenemos la capacidad suficiente para realizar muchas actividades, y dejen de vernos solo con la etiqueta de personas con discapacidad.
Lo importante es ir abriendo espacios en diferentes proyectos, como es el movimiento asociativo que es todo el trabajo que hay con organizaciones, en el que hay mucha gente que no cree, yo sí creo porque formo parte de eso y sé que únicamente con trabajo se pueden lograr las cosas y los beneficios para las personas con discapacidad.
También estoy en un curso de desarrollo web, terminé una maestría en alta dirección. Busco todo el tiempo seguirme capacitando. Tengo una certificación como instructora. También soy auditora de una norma en igualdad laboral y no discriminación.
Sigo felizmente casada y enfrentando estos riesgos de la pandemia, como todos. Me siento una persona realizada. Yo vivo y trato no de sobrevivir, sino de vivir al máximo. Me gusta mucho trabajar, disfrutar lo que hago. Me encanta la interacción y convivencia con las personas. Tengo muchas deudas conmigo misma. Quiero escribir un libro. Quiero hacer más proyectos enfocados al apoyo y el impulso de las mujeres, del ejercicio de los derechos de las mujeres, particularmente de las mujeres con discapacidad. Pienso que la llave para cualquier persona es ese derecho al acceso a la información. Por eso estoy muy comprometida con el uso de las tecnologías, para que más personas se informen y tengan ese derecho de estudiar, trabajar, divertirse a través del acceso a la información.
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Qué orgullo debe sentir toda la familia, un abrazo y todo el respeto a tu mami Laura, a tu papá y sobre a todo a ti, por ese gran esfuerzo y dedicación!!
Tus abuelos en el cielo también deben estar sumamente orgullosos! Te mando un abrazo con mucho cariño, Carnen Villanueva Hernández
Estimada Carmen, muchas gracias por el comentario que con gusto haremos llegar a Hilda Laura, coincidimos plenamente en que es una gran persona con grandes logros, lo que seguramente como usted lo menciona es motivo de satisfacción y orgullo para toda su familia. Saludos afectuosos.