Hola, buen día, quiero compartir con ustedes este artículo, deseando que lleve un poco de luz a nuestras vidas, cuando pasamos por momentos oscuros.
A lo largo de ese camino que llamamos vida, vamos transitando, aprendiendo y desarrollando nuestras potencialidades y construyéndonos en la relación con los demás, al mismo tiempo que vivimos separaciones , desapegos y pérdidas.
Desde que nacemos perdemos, esto es constante a lo largo de nuestras vidas, además de que unas pérdidas conllevan a otras.
El ser humano atraviesa en su proceso de la vida, por variadas pérdidas significativas.
La primera de ellas inicia con el nacimiento, donde pasa de un ambiente seguro, a un mundo que lo invita a un proceso de individualización y de desarrollo de su existencia.
Le seguirán pérdidas de crecimiento en la infancia, la juventud, la madurez y la vejez.
La pérdida de los vínculos afectivos con las personas significativas, cuando tenemos que despedirnos de ellas, ya sea por una separación o divorcio o por la muerte de un ser querido, son pérdidas muy dolorosas.
La pérdida de la salud, que genera sentimientos de vulnerabilidad en la persona. La enfermedad o pérdida de las facultades físicas, son percibidas como una amenaza, generando un desequilibrio en su bienestar emocional.
La pérdida de la identidad personal, donde la persona pierde la confianza en sí misma, ya sea por un fracaso profesional, pérdida del trabajo o roles sociales, afectando la autoestima.
En este momento de pandemia, estamos atravesando por un duelo colectivo, debido a las pérdidas que estamos teniendo, de las personas que están muriendo, las pérdidas de salud, libertad, de seguridad, de trabajo, etc. Esto nos contacta con nuestra vulnerabilidad, incertidumbre y miedo a la muerte.
A pesar de lo difícil que esta situación resulta para todos, puede ser un buen momento para replantear nuestras vidas y aprender a ver y a valorar lo que sí tenemos.
La persona cuando se enfrenta a una pérdida, se enfrenta a su vez a su dolor, a ese proceso de aceptación de su sufrimiento. Cada persona lo vive de manera diferente.
El duelo es un proceso complejo y personal, que nos afecta en todas nuestras áreas: física, emocional, familiar y social.
Puede incluir muchos síntomas como: Sentimientos de ansiedad, miedo, soledad, tristeza, reproche, ira, confusión, culpa, irritabilidad, preocupación, cansancio, insomnio, etc.
Nos vienen imágenes, pensamientos, recuerdos y proyectos que no van a volver más, todo lo que pudo ser y no fue.
Surgirán preguntas como: ¿por qué me ha sucedido a mí?, ¿qué sentido tiene lo que me ha ocurrido?, etcétera; que conviene sean sustituidas por otra: ¿cómo puedo llevarlo de la mejor manera posible?, ¿qué puedo aprender de lo que me está ocurriendo?
Es importante y sano permitirse vivir el duelo.
El dolor es inevitable y la tristeza es intensa, hay que dejarse sentirlo, esta es la manera de afrontarlo, darse permiso de experimentar todas las emociones vinculadas a él, para poder procesarlo.
No transitar por él, supone posponer y prolongar el dolor.
Todas estas emociones, estarán acompañándonos durante un tiempo, como si fueran nuestros huéspedes y hay que recibirlos y darles un lugar temporalmente en nuestras vidas, hasta que poco a poco se vayan retirando.
Durante este tiempo, es importante apelar a nuestros recursos internos, como son el darse tiempo de llorar, enojarse, en ocasiones estar con nuestra soledad, para encontrarnos con nosotros mismos, y poder ser compasivos, porque en ese silencio interior tenemos la oportunidad de reencontrarnos; en otros momentos, buscar a nuestros amigos, para compartir con ellos nuestro sentir. Acompañarnos de nuestros seres queridos y darnos la oportunidad de recurrir a una terapia, ya sea individual o grupal, para tener ese acompañamiento que nos ayuda a sostenernos, y a ir procesando el duelo.
Para elaborar el duelo, es necesario tener esa red de apoyo, formada por personas de confianza, que nos aprecien y cuenten con esa capacidad de escucha y de acompañamiento, y si es posible, buscar el apoyo de un especialista o un grupo de apoyo terapéutico, ayudaría mucho.
También podemos recurrir a otros recursos, como escribir para expresar lo que sentimos, leer libros que traten el tema o escuchar videos de terapeutas, que orienten sobre el tema, para comprender lo que nos pasa.
Aprender a tenernos la paciencia, el autocuidado y el amor hacia nuestra persona, dándonos atención y tiempo necesario, procurando alimentarnos bien, tratando de dormir bien, haciendo ejercicio, evitando tomar alcohol, ya que puede contribuir a una depresión, y evitar tomar decisiones importantes en esos momentos.
Se necesita tiempo para adaptarse a una pérdida y volver a un estado mental normal. Tomar una decisión impulsiva mientras está afligido, podría agregar más estrés a un momento, de por sí difícil. Intente esperar un año antes de hacer un gran cambio.
Permitirnos vivir la tristeza, no es fácil, porque socialmente se ve como inadecuado, sobre todo en los hombres. Les han enseñado que llorar significa ser débil, cuando en realidad las lágrimas nos ayudan a expresar la tristeza, la nostalgia y el dolor.
A veces queremos ocultar el dolor o huir de él, porque nos asusta sentirlo y vivirlo, queremos que se pase rápido, y esto provoca que se manifieste en nuestro cuerpo como una enfermedad.
Para procesar el duelo, tendremos que pasar por las siguientes etapas, que son la negación, la ira, la depresión o tristeza, la negociación y la aceptación, esto no significa que tenga que ser lineal.
Las 5 fases del duelo, desarrollada por la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross, madre de la tanatología, en su libro “Sobre la muerte y el morir”, presentó este modelo general de cinco etapas de duelo, que explican cómo se sienten las personas en distintos momentos de su luto y cómo tienden a actuar:
- Etapa de la negación.- Esa negación puede inicialmente amortiguar el golpe de la muerte de un ser querido y aplazar parte del dolor, pero esta etapa no puede ser indefinida, porque en algún momento chocará con la realidad.
- Etapa de la ira.- En esta fase son característicos los sentimientos de rabia y resentimiento, así como la búsqueda de responsables o culpables. La ira aparece ante la frustración de que la muerte es irreversible, de que no hay solución posible y se puede proyectar esa rabia hacia el entorno, incluidas otras personas allegadas.
- Etapa de la negociación.- En esta fase las personas fantasean con la idea de que se puede revertir o cambiar el hecho de la muerte. Es común preguntarse ¿qué habría pasado si…? o pensar en estrategias que habrían evitado el resultado final, como ¿y si hubiera hecho esto o lo otro?
- Etapa de la depresión.- La tristeza profunda y la sensación de vacío son características de esta fase, cuyo nombre no se refiere a una depresión clínica, como un problema de salud mental, sino a un conjunto de emociones vinculadas a la tristeza naturales, ante la pérdida de un ser querido. Algunas personas pueden sentir que no tienen incentivos para continuar viviendo en su día a día, sin la persona que murió y pueden aislarse de su entorno.
- Etapa de la aceptación.- Una vez aceptada la pérdida, las personas en duelo aprenden a convivir con su dolor emocional, en un mundo en el que el ser querido ya no está. Con el tiempo recuperan su capacidad de experimentar alegría y placer.
Pero según los expertos, las personas no pasan necesariamente por todas estas etapas, ni en ese orden específico, así que el duelo se puede manifestar de distintas maneras y en momentos diferentes para cada persona.
Tampoco tiene un tiempo definido, esto dependerá del tipo de pérdida y el vínculo afectivo, por lo menos tendrá que pasar un año.
Si nos detenemos a reflexionar un poco, nos daremos cuenta del gran número de pérdidas que hemos tenido y los duelos que hemos atravesado, y que gracias a ello somos los que somos, personas más resilientes y con nuevos sentidos en nuestras vidas.
Durante el camino del duelo nos vamos reconstruyendo, vamos creciendo y madurando.
En el proceso de la pérdida nos vamos transformando, nos vamos convirtiendo en una mejor versión de nosotros mismos.
El ser humano cuenta con un equipo evolutivo que le ayuda a dejar ir.
También en el sufrimiento, podemos encontrar el sentido, ante aquellas situaciones adversas que forman parte de un destino inevitable, como son las pérdidas y la muerte, tenemos la libertad de elegir una actitud para afrontarlas, esta es una actitud de sí a la vida; de esto nos da testimonio el doctor Viktor Frankl, creador de la logoterapia.
Durante la II Guerra Mundial, Victor Frankl estuvo recluido por su condición de judío, en los campos de concentración nazis de Auschwitz y Türkheim, y tuvo que soportar con toda la crudeza su infrahumana brutalidad. Pero paradójicamente, fue en estas horribles situaciones límites, donde adquirió plena conciencia del sentido y dignidad de la vida humana y del valor del sufrimiento, aportándonos, con ello, una gran dosis de optimismo y esperanza, respecto a que la vida humana vale la pena ser vivida.
Viktor Frankl publicó en 1945 “El hombre en busca de sentido”, un libro que inspiró a millones de personas a asumir una actitud muy firme: la actitud de sí a la vida. Frankl, como ya sabemos, vivió en piel propia los horrores del holocausto al ser un prisionero más en Auschwitz y Dachau, una experiencia que superó de forma estoica y que le permitió posteriormente asentar las bases de un tipo de terapia muy personal, esa a la que conocemos como logoterapia.
Así mismo, algo que tuvo muy claro tras sobrevivir a aquellos años y a la pérdida de su familia, es que su propósito personal en este mundo, no iba a ser otro más que el de ayudar a los demás a encontrar su propio sentido de la vida, a elegir su camino.
Frankl considera que cualquier tipo de sufrimiento y de sacrificio que la vida nos depara, será aceptado con fortaleza por el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido que puede iluminar su significado.
Tomando como referencia las palabras de Viktor E. Frankl:
“Viviendo como vivimos en presencia de la muerte, como el límite infranqueable de nuestro futuro y la inexorable limitación de nuestras posibilidades, nos vemos obligados a aprovechar el limitado tiempo de vida de que disponemos y a no dejar pasar en balde, desperdiciándolas, las ocasiones que sólo le brindan una sola vez y cuya suma “finita” compone la vida”.
El acceso a la vida, lleva parejo la inevitable experiencia de la muerte como parte del proceso de vivir.
Las situaciones límites por las que atravesamos en nuestras vidas, como el sufrimiento y la muerte, nos permiten crecer y fortalecernos y encontrar nuevos sentidos en la vida.
Las enseñanzas y testimonios del Doctor Viktor Frankl, al igual que los testimonios valiosos de muchas personas como los que se van publicando en este blog, son ejemplos y modelos de inspiración y de fortaleza para todos.
Te invito a escuchar o leer el libro el hombre en busca de sentido de Viktor Frankl
Colaboración de Noemí Arguelles Medécigo.
Me pareció muy interesante el artículo ya que me recordó algunos pasajes de mí vida y saber que pasé las cinco etapas que cita la doctora suizo-estadounidence.
La vida es dura pero como sabemos y se lee en este blog, es hermosa y hay que saberla vivir.
Difícil tarea !!!
Estimado Luis, para nosotros es muy importante saber que los artículos que escribimos son de utilidad para quienes los leen, gracias por comentarlo. Efectivamente como tú dices vale la pena esforzarnos por vivir la vida de la mejor manera.