Mi nombre es Rocío Negrete García, nací el 4 de septiembre de 1989 en la ciudad de Morelia Michoacán.
Mi inicio escolar, después de un diagnóstico fatal
A la edad de 7 meses y después de una larga búsqueda en la ciudad de México, les dieron a mis padres la dura noticia que yo era una niña con problema visual grave, y con ese diagnóstico me ingresaron en la escuela para ciegos y débiles visuales Celeste Batel de Cárdenas, donde cursé desde intervención temprana, preescolar y primaria, académicamente podría decir que fue una etapa sencilla, ya que los maestros estaban capacitados para atender a personas con alguna discapacidad, mis compañeros vivían en la misma condición que yo, lo cual generaba un buen ambiente para el aprendizaje.
Pero por la parte familiar y económica fue muy difícil, ya que yo vivía en un municipio algo retirado de la capital, lo que generaba un gasto fuerte y mucho tiempo de traslado, fue por ese motivo que asistía 3 veces por semana, situación que hasta cierto punto, causaba un ligero atraso en mis materias, lo cual hizo que mis padres y maestros, decidieran intentar conmigo la tan ahora mencionada inclusión educativa, por lo que cuando entré al segundo año de primaria, acudía 2 días a la semana a la escuela de ciegos en Morelia, y los 3 días restantes, asistía a la escuela primaria Benito Juárez, de Chucándiro, Mich., aunque solo fue un ciclo escolar, el que estuve integrada en una escuela regular, esta fue una de mis primeras experiencias difíciles, en cuanto al ámbito escolar.
En la escuela de Ciegos, era una de las alumnas con mejor promedio, ello me hizo ganarme un lugar permanente en la escolta que representaba a la escuela, y en la comisión que participaba en los desfiles del 20 de noviembre; como ya me caracterizaba por tener facilidad de palabra, siempre me elegían para participar en varios eventos, como eran los actos cívicos de la misma escuela, los actos cívicos en la secretaría de educación pública de Morelia, o en eventos donde la escuela tenía que dar algún agradecimiento, por recibir algún tipo de apoyo.
Mi primer pesadilla, la secundaria
A la edad de 12 años, en el año 2002, terminé mi educación primaria y como la escuela para ciegos no brindaba educación secundaria, comencé a buscar una institución donde me aceptaran y pudiera continuar mis estudios. Mi opción fue la escuela secundaria federal #4, J. Guadalupe Salto de Morelia, donde mi primer reto sería el examen de admisión, el cual se suponía me harían oralmente, ya que el Director había permitido que yo llevara un lector, pero el día del examen no le permitieron la entrada y me tocó hacer el examen a mi sola. Fue muy complicado para mí dado que el tamaño de la letra era demasiado pequeño, y aun cuando usé mi lupa, hubo cosas que no alcancé a responder, pero a pesar de tal dificultad, logré ganarme un lugar.
Gracias al apoyo de un maestro, al cual conocí el primer día de clases, pude cambiarme al turno matutino, fue ahí, en ese primer día de clases donde comenzó mi más grande pesadilla. Mis compañeros no me querían ni aceptaban, se burlaban de mí, me ponían bichos en la cabeza. Los maestros, la gran mayoría, nunca entendieron que yo tenía un problema visual severo, que necesitaba de apoyos que aunque mínimos, pero los necesitaba, había quienes no me aceptaban, argumentando que ellos estaban capacitados y contratados, para atender a personas normales, que no sabrían cómo trabajar conmigo; hubo hasta quienes les dijeron a mis papás, que buscarán una escuela especial para que me atendieran mejor, o que pidiéramos apoyo al gobernador del estado, para que me consiguiera un lugar en otra escuela, donde tuvieran los conocimientos de cómo tratarme.
La pesadilla continúa… mi preparatoria
Tal y como me lo había propuesto, a la edad de 15 años, en el año 2005, terminé mi educación secundaria y tomé la decisión de continuar con mis estudios, para ello opté por presentar examen de admisión para entrar a alguna de las escuelas preparatorias de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Al igual que cuando entre a la secundaria, el examen de admisión para la prepa lo realicé sin ningún tipo de apoyo, como cualquier otro de los jóvenes que querían obtener un lugar. Me costó mucho trabajo no por la falta de conocimientos, sino también por la cuestión de la letra, el tiempo, pero también por la cuestión de que como el examen se aplicó en el auditorio de usos múltiples de Ciudad Universitaria, era un lugar que yo no conocía y como tuve que entrar sola no sabía para dónde dirigirme, si había escalones o algún objeto con el que pudiera tropezar, en qué lugar me tocaba sentarme y tal situación provocó que yo perdiera mucho tiempo, que bien me habría servido para responder algunas preguntas más de la prueba, pero al final el esfuerzo valió la pena porque logré ingresar.
No hubo mucha diferencia entre lo que viví en la secundaria y lo que viví en la preparatoria. Me enfrenté a todo desde compañeros burlones, groseros y que me rechazaban, hasta maestros que al igual que en la secundaria no me aceptaban y decían que cómo era posible que me hayan aceptado para estudiar ahí. A lo largo de mi educación media superior lo que más trabajo me costó y lo que provocaba mis bajas calificaciones era el no poder ver el pizarrón, y que aquí no tuve amigos ni compañeros que me apoyaran, mis maestros nunca me explicaron de forma individual, pues decían no les alcanzaba el tiempo para hacerlo.
El haber ingresado a la universidad, también me ayudó a convertirme en una persona más independiente y autosuficiente, pues aprendí a desplazarme sola, a solucionar mis problemas sin ayuda de los demás, a tomar mis propias decisiones y sobre todo me di cuenta, que las pocas personas que me apoyan no son eternas y que es necesario aprender de todo para cuando ellas no estén conmigo.
Mi licenciatura, un mundo de diferencia
Al terminar mi educación media superior, decidí continuar con mi preparación académica, elegí estudiar la licenciatura en educación especial. Mi primera opción fue la Escuela Normal Urbana Federal, donde desgraciadamente no me querían dar ficha para examen por mí discapacidad, y aunque después de mucho tiempo conseguí lugar, pero desafortunadamente no aprobé el examen de admisión, a pesar de ello no me rendí, y decidí intentarlo en el Instituto Michoacano de Ciencias de la educación José María Morelos, donde después de un largo mes de curso propedéutico, fui admitida.
En un primer momento, pensé que las cosas me resultarían igual de difíciles que en la secundaria y la preparatoria, pero gracias a dios en esta ocasión fue diferente, ya que conté con compañeras y maestros que en todo momento me brindaron su apoyo, pero me parece increíble que haya tenido maestros que están capacitados para atender a personas con discapacidad y compañeros que se estaban preparando para lo mismo, y aun así no se dieran cuenta de que yo necesitaba no de adecuaciones por no poder aprender, sino adecuaciones para poder acceder a ese aprendizaje.
Fue en el año 2012, que terminé mi educación superior, me fue entregado mi título y cédula profesional; me hubiera gustado continuar con mis estudios de maestría, pero no pudo ser por la situación económica de mi familia.
Mi actualización académica, un proceso constante
Siempre me ha gustado ser una persona que se actualiza y que le gusta investigar, por tal razón me he inscrito en varios talleres, coloquios, conferencias e intercambios escolares, los cuales me han brindado las herramientas para cada día realizar una mejor práctica docente.
Por otra parte, también he tenido la oportunidad de participar en varios eventos como ponente o facilitadora de algún taller, entre ellos puedo referir: congreso de guías de turismo en el año 2016, Jornadas de inclusión CRIT Teletón.
La lucha continúa, ahora a conseguir trabajo
Al momento de terminar mis estudios, me di a la tarea de buscar un empleo, el cual tardé un año en conseguir, las instituciones a las que acudía me negaban la oportunidad por tener una discapacidad, todos pensaban que ser una persona con baja visión era sinónimo de falta de capacidad. En el año 2013 conseguí la oportunidad de ingresar al ayuntamiento de Morelia, para laborar en el centro para la cultura de la discapacidad, como encargada del taller para ciegos y como terapista de aprendizaje, actualmente aún continúo laborando en esta institución, realizando las mismas actividades; en el año 2016, tuve la oportunidad de conocer a la señora Rocío Beamonte Romero, directora del Sistema DIF Michoacán, a quien le pedí la oportunidad de entrar a trabajar al Centro de Rehabilitación y Educación Especial CREE Michoacán, y gracias a que ella conocía mi trabajo en el sector de las personas con discapacidad, me abrió las puertas y comencé a trabajar como terapista de aprendizaje y ahora como profesora de sistema braille, en el espacio de atención integral para personas con discapacidad visual. Es para mí una bendición saber que cuento con dos empleos, puesto que en el estado si de algo carecen las personas con discapacidad visual, es de oportunidades laborales.
Por otro lado, también me dedico a la impartición de charlas, talleres y conferencias donde puedo sensibilizar a la población sobre temas de discapacidad .
También en conjunto con mi esposo, nos dedicamos a la elaboración de tarjetas de presentación y menús para restaurantes adaptados y accesibles para personas ciegas y de baja visión.
El deporte, una motivación adicional
En el ámbito deportivo, también tuve la oportunidad de cosechar grandes logros, participé en las paralimpiadas 2006, 2007 y 2008, donde obtuve un total de 8 medallas, 5 oros, 2 platas y 1 bronce; pero aparte de ello, tengo la satisfacción y el recuerdo, que un grupo de 3 personas tuvimos la dicha y el orgullo de ser las primeras personas con discapacidad visual, que participaban en una carrera atlética por los motivos de la celebración del aniversario de la ciudad de Morelia.
Mi lucha constante, se ve recompensada
Debo mencionar, que gracias a los logros que he tenido a lo largo de mi vida, y a mi lucha constante y ganas de salir adelante, a pesar de mi discapacidad, he obtenido los siguientes reconocimientos:
En el año 2011, fui acreedora del Premio Estatal al Mérito Juvenil, el cual me otorgó el Gobierno del Estado de Michoacán, de manos del entonces Gobernador Leonel Godoy.
En el año 2012, fui acreedora de la condecoración al mérito juvenil, que otorga el H. ayuntamiento de Morelia, a través del instituto de la juventud moreliana.
En el año 2013, se me otorgó el Premio Estatal al Mérito de las personas con discapacidad, que otorga el Gobierno del estado, a través del Sistema DIF Michoacán.
En el año 2014, participé en el segundo parlamento juvenil 2014, organizado por el H. congreso del Estado, donde tuve la oportunidad de aportar opiniones en beneficio de las personas con discapacidad.
Mi familia, el motor que me impulsa
En cuanto a mi vida personal se refiere, tengo 2 años de casada con una persona, que al igual que yo tiene una discapacidad visual, somos orgullosos padres de un hermoso niño de 2 años de edad; la verdad que ser madre, ha sido mi mayor reto, aprender a bañarlo, vestirlo, darle de comer y cambiarlo ahora ya prácticamente a ciegas, ha sido una experiencia única y sé que aún vienen nuevos aprendizajes, pero también sé que mi discapacidad no será motivo para no darle una buena calidad de vida. Pero sobre todo, tengo perfectamente claro que, no quiero que cuando mis hijos crezcan, se conviertan en los bastones de sus padres.
De manera adicional, quiero lograr
Una de mis metas y en lo que estoy trabajando, es en la creación de una asociación civil, que atienda a personas con discapacidad visual, pero en aspectos de importancia para su superación, no en aspectos solamente asistencialistas.
Por otra parte, también quiero continuar preparándome académicamente, estudiando una maestría en educación o una licenciatura en psicología, con ello ampliar mis horizontes y ofrecer una mejor atención a las personas que requieran de mi apoyo.
Lo que me ha impulsado permanentemente es
Si he podido llegar hasta donde me encuentro, ha sido primeramente a la bendición de Dios, al apoyo incondicional de mis padres, quienes han caminado conmigo, pero también en un momento de nuestras vidas, tuvieron que aceptar que tenían que dejarme caminar por mis propios medios.
Una de mis grandes fortalezas, ha sido que en mi mente siempre ha existido una frase que yo misma escribí:
“La discapacidad no es limitante para poder salir adelante, lo que importa es el corazón y las ganas de triunfar”.
Rocío es un placer conocerte, es admirable la forma en que has salido victoriosa de los retos que la vida te ha presentado, de igual manera admiro tu dedicación y esfuerzo para lograr que tus alumnos avancen en su aprendizaje contigo como maestra. Mis más sinceras felicitaciones, ojalá y uviera muchas Rocíos como tú tan dedicada y profesional en su trabajo.
Hola Sonia, nos gustó mucho tu comentario en relación a Rocío, para quienes ya la conocíamos, en esta historia pudimos identificar valores adicionales muy importantes. Ssludos cordiales
Que gran historia de superación de Rocío, un gran ejemplo de lucha y constancia para superar todos los obstáculos. A seguir luchando por mejores retos, ánimo.
Estimado Victor, gracias por tus comentarios a este artículo, efectivamente Rocío es un vivo ejemplo de lucha, constancia, perseverancia y fe inquebrantable. Saludos cordiales