Soy Enrique Escobedo y les voy a platicar mi historia de vida. Al igual que a muchos de ustedes, desde muy pequeño me tocó vivir una serie de situaciones complicadas, muy difíciles, pero que hoy me doy cuenta que me fortalecieron y me han servido de mucho para salir adelante, para ello trataré de contarles los aspectos más significativos, para no alargarme demasiado.
Desde muy pequeño quedé ciego.
Yo quedé ciego a los tres años, porque mi tío, que en ese entonces tenía siete años, me arrojó sin ninguna mala intención ácido en los ojos. Ese día jugábamos a aventarnos agua, y cuando encontró la botella, pensó que tenía agua y me la arrojó para mojarme, me cayó en los ojos, me quemó el nervio óptico, lo destruyó por completo.
La lucha incansable de mi madre y su obsesión de que yo recuperara mi vista.
Mi papá en ese entonces nos abandonó, por lo que mi madre tuvo que empezar a trabajar día y noche. De día vendía dulces, de noche tejía, de esta forma con la venta de los dulces y de los tejidos, pagaba hasta donde se podía los gastos de la casa; pero su mayor prioridad era que yo volviera a ver. Por lo tanto, ella procuraba guardar lo más que se pudiera el dinero, por lo que ni siquiera nos compraba zapatos, Andábamos descalzos. Para comer, muchas veces nos íbamos a los mercados de la ciudad de Puebla, que es la ciudad en donde vivíamos, a buscar entre la basura la verdura y fruta podrida que tiraban, eso levantábamos para comer.
Se confirma la realidad de mi ceguera.
A mi madre nada le sacaba de su mente, la idea de que yo pudiera ver nuevamente. Cuando me llevaba al oculista para que me revisara, aunque nos quedaba muy lejos, nos íbamos caminando, porque si pagaba el camión, temía ya no completar el costo de la consulta. Después de muchos estudios que me hicieron, por fin le dijeron a mi mamá que yo ya no volvería a ver.
Un gran consejo de mi madre.
Mi Madre no tuvo oportunidad de ir a la escuela, sin embargo Dios la dotó de una gran inteligencia, porque ella pensó y me dijo: “Hijo yo no te voy a vivir toda la vida. Tus hermanos van a crecer y se van a dedicar a su familia. Y quién va a ver por ti, si yo pudiera hacerlo, te cuidaba, pero como sé que no puede ser así, tienes que aprender a salir adelante solo”.
Mi mamá, mi gran maestra.
Entonces mi madre me empieza a enseñar. Me ponía a limpiar la casa, a lavar trastes y me decía: “porque si me muero, aunque sea lavando trastes, te ganas un taco de comida”. Me ponía a calentar mis tortillas, me decía: ”tienes que hacerlo, para que sepas comer solito”. Ella fue quien me enseñó , cuando yo tenía 7 años, a caminar por las calles, fue muy difícil para mí. Cuando yo tenía 12 años, me ponía a mis pies un puestecito para vender cosas. Yo vendí cacahuates enchilados como botana y dulces. También canté en los camiones. Desde muy niño intenté hacer muchas cosas para ganar dinero y ayudar a mi mamá.
Mi etapa de estudiante.
Mi madre me llevó a la escuela, estudié en una escuela para ciegos hasta el tercer año de primaria. Pero mi madre, pensando en que yo debería de desarrollarme más, me llevó a una escuela normal, donde el único ciego era yo. Tuve que aprender a escribir en máquina para entregar mis tareas, mis exámenes eran orales y pues empecé a sobresalir. Así terminé mi primaria y la secundaria; la preparatoria ya no la terminé porque en ese tiempo nos fuimos de Puebla a vivir en otro lugar.
Mi etapa de rebelde y parrandero.
Ahí mi vida empezó a cambiar. Si aquí en la ciudad para mí no había una esperanza de trabajo, menos allá en el pueblo donde vivíamos. Fue cuando me dediqué aún más de lleno a cantar en los camiones. Pero antes de eso, yo me volví rebelde, ya sabía moverme solo por las calles. Ahora yo salía con mis nuevos amigos a las parrandas, nunca tomé, nunca fumé, nunca me drogué, pero sí me gustaba andar en las parrandas.
Mi madre, lógicamente, lloraba mucho, se angustiaba de no saber en dónde estaba. Y cuando llegaba a casa yo la encontraba siempre pidiéndole a Dios guarda a mi hijo, no permitas que le pase algo. Yo me enojaba contra ella, le decía: “ya deje de meterse en mi vida, cállese, estoy harto, es mi vida. Usted ya vivió su vida a su manera, es más, yo ni siquiera le pedí que me trajera a este mundo. Ahora se aguanta”. Yo me ponía en un plan grosero y perverso.
La inesperada muerte de mi madre.
Yo siempre pensé que mi mamá iba a vivir hasta los 80 o 90 años, y que me iba a alcanzar la vida para recompensar cada una de sus lágrimas, de sus desvelos, de su sufrimiento. Gracias a un acercamiento que tuve con Dios, empecé a cambiar. Y en tres años, me convertí en el orgullo de mi madre, el orgullo de mi casa.
Mi madre era muy feliz, pero enfermó de sus riñones de tanto estar sentada mientras tejía. Cuando quedé ciego, ella le decía a Dios: “Dios, yo te doy mis ojos, pero regrésale sus ojos a mi hijo”, y no me pudo dar los ojos, pero me dio sus riñones, se consumieron y dejaron de funcionar, por eso murió. Mi madre murió a los 44 años y medio, no murió a los 80, ni a los 90 años como yo lo había soñado, y yo sólo tres años la pude disfrutar.
El gran cambio en mi vida.
A partir de ese momento, mi vida cambia totalmente. Contando mi historia de vida, he podido viajar por 24 estados de la República Mexicana, he visitado países como Guatemala, Honduras y he recorrido siete estados de Estados Unidos.
Mis planes de vida.
A corto y mediano plazo, mi plan es seguir recorriendo los estados de mi México y los países que sea factible, contando mi historia y motivando a quienes me escuchan de que todo es posible en la vida. Al mismo tiempo dar continuidad a mi carrera de cantante, ya he grabado varios discos, en el séptimo canto una canción que le compuse a mi mamá que se llama “Si estuvieras hoy conmigo”.
A mediano plazo, escribir un libro con todas mis vivencias y aprendizajes; teniendo el proyecto de que una vez terminado el libro, llevarlo a la pantalla grande.
Mensaje final.
Para terminar, quiero despedirme con un mensaje que me gusta manejar en varias de mis pláticas y es el siguiente: “Muchos de ustedes sufren demasiado lo poco que les hace falta, y no disfrutan lo que tienen, las personas vive pensando qué más puedo tener, sin darse cuenta de que lo mejor es la vida, y que lo mejor que podemos tener y que siempre estará con nosotros, es nuestra familia”.
Conoce otras historias de vida. Enlace a sección Ejemplos de vida donde conocerás más personas que han compartido su vida en este blog.
Muchas gracias Enrique por compartir tu historia, que definitivo es inspiradora y un ejemplo de resiliencia y amor hacia nuestra familia.
Estimado Adriel, te agradecemos tu comentario y coincidimos plenamente contigo en tu apreciación hacia Enrique, que es toda una personalidad en el mundo de la discapacidad, compartiendo sus vivencias y ayudando a muchas personas. Saludos cordiales
Leer la historia de vida de Enrique me hace sentirme tan pequeña junto a él, porque teniéndolo todo en ovaciones me siento triste y Enrique en cambio nada lo detuvo ……realmente eres un gran ejemplo, te deseo todo el éxito del mundo
Hola Lilia, que gusto nos dio ver tu comentario, coincidimos plenamente contigo en que Enrique es una gran persona, que ha sabido sobreponerse a todas las adversidades y salir adelante, es un verdadero ejemplo de vida. Saludos cordiales
Tengo el gusto de conocer a Enrique, por supuesto que sí, sin duda es todo un personaje. Enrique sabes que soy tu fan!!!
Hola GAby, gracias por tu comentario, que suerte tienes de conocer personalmente a Enrique es un gran ser humano dotado de una resiliencia impresionante. Saludos afectuosos.