El hambre es un problema complejo sin una solución sencilla.
En términos generales, el hambre significa no contar con los alimentos necesarios para satisfacer los requisitos enérgicos del cuerpo, lo que provoca que las personas en situaciones de pobreza enfrenten una variedad de problemas alimentarios, entre ellos la desnutrición, la obesidad y el retraso en el crecimiento y desarrollo.
En 1978, se celebró la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud, un evento de trascendencia histórica, convocada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), contó con la presencia de 134 países, 67 organismos internacionales, y muchas organizaciones no gubernamentales.
La educación, otro aspecto de vital importancia
En cuanto a la educación, a la que deberíamos tener acceso todos los individuos, nos conduce a tener niños más saludables y, eventualmente, a mayores oportunidades económicas cuando se conviertan en adultos.
Al derribar las barreras a la educación, preparamos a los niños para prosperar, no se trata solamente de conocimientos y cifras; el acceso a la educación reduce la participación de un niño en el pandillerismo y las drogas, y disminuye el índice de embarazos juveniles en áreas donde hay un sistema educacional adecuado, estableciendo sociedades más desarrolladas.
¿Pero qué sucede cuando estos conceptos no se cumplen dentro de nuestra sociedad?
A nivel mundial, el 10% de los niños no reciben ni la educación inicial, entendiéndose como tal la educación primaria, el nivel sociocultural de nuestros grupos sociales se va a la baja, nos entrega individuos con bajo coeficiente intelectual, una desnutrición marcada y en algunas comunidades más pobres, cierto tipo de discapacidad por la mala alimentación de las mujeres en edad reproductiva o discapacidades adquiridas como secuela de la mala alimentación, como la diabetes y la hipertensión, entre otras.
Bien, en el contexto de las secuelas que generan enfermedades crónico degenerativas, que nos conllevan a una discapacidad, entendiendo que una persona con discapacidad es aquella que tiene deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, en interacción con diversas barreras, obstaculizan su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con los demás.
Según el informe Mundial Sobre la Discapacidad, alrededor del 15% de la población vive con algún tipo de discapacidad. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir discapacidad que los hombres y las personas mayores más que los jóvenes.
Para poder hablar de discapacidad hice un referente a la alimentación y la educación, y se preguntarán por qué, pues bien, si no podemos avanzar en temas primordiales como la educación, alimentación y discapacidad, mucho menos hemos avanzado en el tema de accesibilidad para ellas, las cuales no son discapacitados, ni mudos, ni lisiados, ni loquitos, y mucho menos cieguitos, los términos correctos para ellos son:
- Personas con discapacidad auditiva, motriz, intelectual o visual y en últimas fechas se ha dado espacio a reconocer como discapacidad a las personas de talla baja que no son enanos como mal empleado usamos ese término.
La accesibilidad es el derecho humano de las personas con discapacidad y otros sectores beneficiados, a disfrutar en igualdad de condiciones del acceso al entorno físico, el transporte, la información y las comunicaciones, incluidos los sistemas y las tecnologías de la información y la comunicación, así como a los procesos, bienes, productos y servicios e instalaciones abiertos al público, situadas tanto en zonas urbanas como rurales, con la finalidad de participar en todos los ámbitos de la vida y la sociedad para vivir de manera autónoma e independiente, tomando en cuenta la dignidad y diversidad del ser humano.
En muchos aspectos cotidianos debemos ser empáticos con nuestros semejantes, las grandes empresas, organizaciones sociales y el gobierno se explayan en publicidad hablando de inclusión, pero como podemos hablar de ella si te invitan a trabajar cuando en tu silla de ruedas no alcanzas un contacto porque este está cerca del piso y desde tu silla no puedes alcanzarlo, como puedes llamarte inclusivo si dentro de tu personal no existe cuando menos una persona que hable lengua de señas, como puedes ser inclusivo si no tienes un espacio adecuado para una persona con su psicomotricidad limitada y que está comprobado que pueden desempeñar ciertas actividades, y más aún como puedes abrir una bolsa de trabajo cuando no tienes un equipo de cómputo accesible para personas con discapacidad visual o baja visión, más aún sin tener discapacidad hay personas que se sienten excluidas por su color de piel, por su condición social y varias situaciones más.
Es un reto enorme para quienes representan nuestros gobiernos pero no imposible, dentro de las partidas presupuestales hay partidas para casos emergentes, pues bien, se pueden reunir los programadores presupuestales para hacer un análisis de fondo para reservar recurso y renovar y aún más a futuro hacer edificios y compra de equipos incluyentes, apostaría doble contra sencillo a que una persona con discapacidad rendiría el doble que una persona con todas sus capacidades, no estaría viendo Youtube en horas laborales, no andaría de escritorio en escritorio platicando y serian interminables las comparaciones que nunca son buenas pero que en ocasiones nos hacen reflexionar del ejemplo de vida que son las personas con discapacidad.
Para concluir, dejo una reflexión respecto de una verdadera inclusión para nuestros hermanos que tienen alguna discapacidad, atacarla de raíz con una mejor educación, alimentación y condiciones de salud, pero sobre todo como el mal no se va a erradicar tan fácilmente desde nuestro pequeño espacio, ir propiciando esa inclusión, que la vida no lo permita pero que algún día la podamos necesitar y no encontremos el espacio justo para nosotros.
Artículo escrito por el licenciado José Huerta, en colaboración especial para HIT – Hagamos de la Inclusión un Todo.