Nací un 19 de febrero, en el seno de una familia de estirpe trabajadora y la siguiente es mi historia de vida
Desde niña mis padres nos inculcaron a mí y a mi hermano, grandes valores de empatía, solidaridad, respeto a los demás y sobre todo mucho amor; nuestros padres nos bendijeron con una educación de calidad, en el sistema Montessori, que promueve la independencia, lo que fue clave para nuestro futuro
Tuve también la oportunidad desde muy pequeña de tomar clases extra escolares, de karate, piano, entre otras, practiqué también varios deportes, apasionándome por los deportes de alto extremo, me gustaba la aventura y la adrenalina.
Debido a mi formación, desde muy joven fui muy independiente, a los 15 años y con el permiso de mis padres obtuve mi licencia de conducir, trabajaba en una franquicia de pollos, mientras estudiaba simultáneamente en la preparatoria y eso me permitía salir seguido de viaje.
Al entrar a la Facultad, me fui destacando como líder, propuse varios congresos que apoyaban a las mujeres, participé en varios deportes y clubes, junto con un grupo de compañeros nos postulamos como mesa directiva de alumnos y también dentro de la Facultad, es que pude hacer un intercambio cultural, participé en la Universidad de La Habana en el congreso José Martí como expositora, experiencia que despertó en mí el gusto por los viajes internacionales.
De la luz a la oscuridad
Fue dentro de la Facultad que mi vida estaría marcada en un antes y un después, marcada por un suceso de amor y desamor, pero sobre todo marcada en un suceso de la luz a la oscuridad.
Durante mi cuarto semestre de estudios, en un mes de diciembre, un cirujano que había atendido a mi abuelita y a mi mamá, me propuso una cirugía para dejar de usar lentes de contacto, como era un especialista que conocíamos muy bien acepté la cirugía, considerando además que al no haber tenido ninguna operación previa en mis ojos, el riesgo era mínimo y confié plenamente.
La sugerencia del doctor fue hacer una cirugía láser, la que en menos de una semana me estaba realizando, con unos preoperatorios básicos; la cirugía en ambos ojos fue ambulatoria, al salir pasé la recuperación en casa, disfrutando días festivos como el 24 y el 31 de diciembre de forma normal, me sentía feliz con mi nueva vista.
Pero a la vuelta de un año aproximadamente, durante mis vacaciones de semana santa en abril, me encontraba paseando en bicicleta por la comunidad rural de donde son originarios mis abuelos, donde aún tengo una familia hermosa; justo en ese paseo comencé a percibir pequeñas manchas en mi campo visual, como si se tratara de mosquitos volando alrededor, no le di mucha importancia porque pensé que podía ser vista cansada y continué mi paseo.
Al día siguiente desperté con una novedad, ya no solo eran esas manchitas negras que volaban alrededor del campo visual, ahora una cortina café descendía de mi campo visual derecho superior, situación que comenté con mis papás y regresamos de inmediato a la ciudad, donde visitamos nuevamente al médico que me operó, quien después de revisarme y con un semblante muy desfavorecedor, nos dijo que se trataba de un desprendimiento de retina en ambos ojos, por lo que era necesaria una cirugía.
Tras la noticia, mi familia y yo estábamos angustiados, aunque la verdad no entendíamos la magnitud del problema, pero al no tener otra alternativa, ese mismo mes me estaban operando, fue una cirugía más pesada, el propósito era tratar de detener el desprendimiento de retina que se estaba generando.
Al cabo de unos días, al realizarme una revisión de la cirugía, el doctor determinó que la operación no había funcionado y me explicó que este problema sería gradual hasta perder mi vista, por lo que mis padres angustiados decidieron llevarme al Hospital Universitario, el hospital estatal de la ciudad, por referencias de grandes amigos, ahí conocí a cirujanos maravillosos como el Doctor Ezequiel Treviño y el doctor González entre otros, quienes inmediatamente trataron de atacar el problema.
Fueron muchos años de intervención tras intervención, un poco más de 10 cirugías en ambos ojos, noticias buenas y malas, días festivos, cumpleaños, días de las madres, etcétera, que me tocaron pasar en cirugía viviendo angustias inesperadas hasta que un día en el año 2006, El Doctor Ezequiel Treviño me explicó la situación “se hizo lo que se pudo y no hay marcha atrás, perdería la vista en cuestión de meses y de forma gradual”, me explicó qué es la discapacidad visual y que de ahora en adelante tendría que aprender a usar un bastón.
Esas palabras sonaron muy fuerte en mi mente y desde ese momento comenzó un viacrucis, una profunda depresión se apoderó de mí, una depresión que estaba enmarcada por sentir como mis capacidades se iban limitando, dejé de conducir, de practicar deportes extremos, de poder salir sola, de poder cocinar, de poder leer un libro, de poder usar mi computadora, dejé de ser yo misma, mi novio me dejó porque afirmaba no sabía qué hacer con una persona con discapacidad.
Todo lo anterior generó una profunda depresión que aumentaba exponencialmente, yo no estaba dispuesta a vivir así, entonces intenté quitarme la vida, mis padres me sugirieron ir a terapia psicológica, sugerencia que no acepté, afirmando que estaba ciega, no loca. Me confiné en mi casa, me daba pena que mis compañeros me vieran así, siendo una persona acabada, diferente a como era antes, una esplendorosa mujer.
Y entonces, intenté un segundo suicidio nuevamente fallido, es aquí, tras ver la desesperación de mis padres y la angustia que generaba en mi hermano, decido tomar la terapia psicológica sugerida.
Mi gran retorno, de la obscuridad a la luz
Fue un mes de octubre, que al llegar a las instalaciones de ESTIMA, una asociación en Monterrey que organiza el congreso internacional SER, sucedió el milagro que cambió mi vida.
En la Institución se pide llenar una ficha técnica del paciente donde se ponen datos como la edad, profesión, entre otros, y después de que me ayudaron a llenar este formato, la directora del centro pidió hablar conmigo y me propuso uno de los mejores tratos del mundo, terapias psicológicas a cambio de traducir en el encuentro internacional SER que se encontraban organizando; sin embargo, por todo lo que me había sucedido, los rechazos en entrevistas laborales, reaccioné a la defensiva y le dije: “vengo buscando terapias no trabajo”, la Directora de ESTIMA, de nombre Alline Kane me dijo: “te ofrezco terapias gratis a cambio de que participes con esto, aprenderás mucho”, yo insistí: “pero no veo”, y Alline expresó: “¿Eso es problema para ti?”, “nooo” respondí, “entonces, ¿por qué debería de ser un problema para mí?” dijo alline; un llanto intenso surgió desde lo más profundo de mi ser, era un llanto con muchos sentimientos encontrados, sin embargo acepté mi primer reto, no sé cómo sucedió, pero una gran fuerza de voluntad se apoderó de mí.
Pronto comencé a cambiar mi aspecto poco a poco, me vestía mejor, me arreglaba más para ir a trabajar a la oficina que me asignaron, iba todos los días y trabajaba con mi computadora mientras le ponía una lupa para poder ver lo que escribía, aprendí el teclado de memoria, busqué información de cómo poder manejar la computadora sin ver, aprendí a usar un lector de pantalla y todo lo que éste generaba. Fueron muchas cosas que retomé, terminé de traducir algunos currículums, nombres de conferencias entre otros. Cuando el día del evento llegó, yo fungí como intérprete de algunos ponentes y mientras me encontraba sentada al lado de un Monje Lama del Tíbet, el Monje me comentó “percibo mucho dolor en tu alma”, él tocó mis mejillas y comenzó a recitar un mantra o rezo, súbitamente comencé a llorar, llorar y llorar, el Monje no dejaba de rezar, ni yo de llorar, repentinamente dejé de hacerlo y el Monje seguía orando, al cabo de un tiempo me sentía en un estado de paz muy relajada; el Monje sonrió y yo también, esa fue mi primer sonrisa después de perder la vista.
Cuando el evento terminó, pedí a Alline mis terapias, ella me contestó: “esa fue tu terapia”, quería demostrarte que eres capaz de muchas cosas y que puedes hacerlo; sin duda una gran lección de cómo con pequeñas acciones, con amor, se vence cualquier adversidad.
Lo anterior, fue solo el principio de mi metamorfosis, retomé mis estudios universitarios, me inscribí como voluntaria activa en una asociación llamada EZER, reanudé la práctica de los deportes extremos, volví a ser yo.
En el 2007, finalicé mis estudios universitarios y entré a trabajar a la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde me desempeño hasta la fecha.
Comencé y terminé una Maestría y un Doctorado de Calidad, convirtiéndome en la primer mujer con discapacidad en finalizar El Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del CONACYT, graduada con mención Magna Cum, Laude, que es un reconocimiento adicional que me fue otorgado. El perfil obtenido durante el posgrado, me permitió optar por aspirar y convertirme en Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT.
Actualmente soy Profesora Investigadora en la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de la Universidad Autónoma de Nuevo León y Coordinadora de Estrategias Inclusivas de la misma Universidad, donde apoyo a jóvenes con discapacidad a continuar con sus estudios.
Soy autora de diversos artículos y libros, líder de proyectos donde apoyo a personas con discapacidad y mujeres en estado de vulnerabilidad; he desarrollado dos aplicaciones móviles de alerta de género (more life y SEEA), materiales didácticos para personas con discapacidad, entre otros proyectos.
Simultáneamente imparto conferencias motivacionales, continúo practicando deportes extremos y disfrutando la vida, ya que considero que la misma es valiosa y hay que vivirla intensamente.
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