Fotografía cortesía de Doramitzi González
El 3 de enero de 1983, empezó una vida de retos, resiliencia, barreras, éxitos y alegrías. Nací con una discapacidad que se llama malformación congénita en miembro superior e inferior derecho.
El primer reto fue para mi madre, conseguir una prótesis para que pudiera caminar al año como cualquier otra niña. Con esfuerzos y pocos recursos mi mamá se las ingenió para conseguir a alguien que me elaborara una prótesis a la medida ya que mi muñón no es como el de cualquiera. Mi primera prótesis fue el comienzo para entender, que sin ningún obstáculo podría desempeñar mi vida de lo más normal.
Cuando llegué a la edad para incorporarme a la escuela primaria fue un reto más, ya que no creían que una niña con discapacidad pudiera cumplir con lo necesario para entrar a una escuela convencional, pero mi mamá luchó por ese ideal de que yo tuviera una vida normal, logró inscribirme a una escuela “normal”, en la cual yo era otra estudiante más. Siempre hubo miradas y cuchicheos cuando yo pasaba por los patios de la escuela y yo le decía a mi mamá: ¿Por qué soy diferente? y ella me dijo: Eres diferente pero especial, y eso me hizo realmente pensarlo, y aprovecharlo a lo largo de mi vida.
Mi mamá es madre soltera y cuando no había clases, ella de todos modos tenía que trabajar, por lo que me inscribió a un curso de verano para ella poder hacer sus labores. En ese curso teníamos varias actividades deportivas, pero la última clase era natación, yo me enamoré del agua, me sentí en mi elemento, donde podía relajarme, disfrutar y divertirme. Eso lo vio mi mamá y después de terminar el curso me siguió inscribiendo en diferentes Clubs para seguir nadando.
Pasaron varios años y yo disfrutaba ir a nadar, que más que un entrenamiento para mi era felicidad, ir a “chacualear con mis amigas”. A los 13 años me encuentro en una alberca donde nadaba una persona con discapacidad que me invita a incorporarme a la asociación de deportistas michoacanos con discapacidad. Yo estaba admirada ya que no sabía que existía un club con personas con discapacidad y mucho menos que había Juegos Paralímpicos, ya que toda mi vida nadé con personas convencionales, por lo que le comenté a mi mamá y habló con el presidente de la asociación en ese tiempo José Maciel, ese mismo año fui a mis primeros Juegos Paralímpicos Nacionales, donde gané 3 medallas de oro. Y Ahí empieza mi historia.
Cuando tenía 16 años se realizó un selectivo para calificar a los Juegos ParaPanamericanos en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Logré calificar a estos juegos con la prueba de 50 metros mariposa. Estos juegos se realizaron en la Ciudad de México, un tiempo antes me fui a entrenar a esta ciudad con el entrenador nacional y el equipo, obtuve 7 medallas de oro, por lo que me hizo acreedora de poder calificar a los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000. Lo cual conseguí obtener mi lugar para estos juegos y tuve que dejar la prepa para poder mudarme a la Ciudad de México a entrenar para esta justa.
Fueron momentos muy difíciles para mí ya que tuve que dejar mi natal Morelia, mi familia, escuela. Yo no dimensionaba lo que yo estaba por lograr. Llegué a entrenar con un régimen que nunca en mi vida había tenido, lleno de responsabilidad, disciplina, resiliencia y perseverancia, con un entrenador que yo decía que era el más exigente que había conocido, Fernando Vélez fue mi entrenador por más de 20 años, el más perfeccionista y el mejor entrenador que ha dado México en su historia con 46 medallas paralímpicas en su carrera.
Sídney para mi fue un camino de obstáculo, en mi estado jamás me apoyaron para desempeñar mis entrenamientos, gastos como: comida, material, transporte, etc. Pero aun así me aferré a este gran sueño que pocos podemos cumplir. La adolescente que nadie creía que fuera a lograr algo en estos juegos, regresó a su país con 2 medallas de oro, 1 medalla de plata y 1 medalla de bronce; y un récord mundial. Mi vida cambió radicalmente desde este momento.
Atenas 2004, fue trabajar más duro por este sueño, llegué a estos juegos con más madurez anímica y física, por lo cual estos fueron mis mejores resultados, ganando 3 medallas de oro, 1 de plata y 1 de bronce; y 3 récords mundiales. Con las mismas carencias de apoyo logré más de lo que yo hubiera pensado.
Beijing 2008, fueron unos juegos muy estresantes y de mucha incertidumbre, ya que traía problemas físicos en mi hombro, creía que no lograría conseguir una medalla. Para mí esta medalla de plata y bronce que logré obtener en Beijing me supieron a gloria por todos los problemas que venía cargando.
El deporte me dejó muchas enseñanzas para mi vida, jamás pensé en poder lograr este tipo de hazañas, para mí la natación era una actividad para divertirme, nunca pensé en entrenar para unos juegos, pero ese era mi legado, a veces me quise desviar de este camino deportivo pero los astros, los chacras o el universo siempre me regresaba a él. Estoy agradecida por haber conocido ciudades que jamás pensé poder conocer, culturas y personas extraordinarias con historias sorprendentes.