RECUERDOS DE MI INFANCIA

Estamos ya en la última semana del mes de abril, donde seguramente hemos escuchado en la mayoría de los medios de comunicación, estadísticas de niños y niñas que dejaron la escuela, que viven en situación de calle o que están viviendo en pobreza extrema; sin embargo, hoy permítanme presentarles a un niño que casi no lo veo porque tengo que trabajar, estudiar y muchos pretextos más; no obstante, yo sé que está ahí esperando pacientemente, a que tenga tiempo de platicar con él y de recordar juntos los grandes momentos que vivimos juntos, ese niño es ¡mi niño interior!, que en esta ocasión, quiere compartirles a ustedes las siguientes anécdotas de la infancia.

El inicio

Mi vida dio inicio en 1977, en una de las comunidades más alejadas de la capital del estado de Puebla, de hecho es el municipio más pequeño del estado, en aquel entonces este municipio no contaba con ningún tipo de servicio básico, es decir, no contaba con energía eléctrica, ni drenaje, ni servicio de agua potable.

Las carencias anteriores no me afectaban, pues yo jugaba con la tierra, con los animalitos como insectos y muchos más que abundaban en la zona, mi juego favorito era el trompo, que me hacía mí papá y me decía que el mejor material era el tronco de guayaba porque era más resistente que otros troncos; y cuando había oportunidad de juntarnos varios amigos, jugábamos a las canicas y los que no teníamos canicas, improvisábamos con pequeños frutos de árboles, el chiste era no quedarse fuera del juego, me divertía tanto que el tiempo pasaba volando.

En aquel entonces, vivía libre, mi patio era todo el pueblo, el limite era el cielo, y a propósito del cielo, otro de los juegos que quiero compartirles es el papalote o cometa como lo conocen algunos, me juntaba con los amigos, lo construíamos y dependía de la habilidad de cada uno para hacerlo volar, concursábamos quién volaba más alto o el de quién duraba más, claro los menos afortunados su papalote no volaba, pero lo más importante era divertirnos.

Otro de mis juegos favoritos, era trepar árboles, para cortar frutos o realizar concursos para ver quién trepaba más alto, claro terminábamos raspados, arañados y golpeados pero muy felices; recuerdo que cerca de mi casa había enormes salientes de piedra, que con el tiempo se habían alisado y era perfecto para jugar resbaladillas, terminábamos con el pantalón destrozado de la parte de atrás, claro que eso me hacía ganar grandes reprimendas de mis papás, pero la alegría nadie me la quitaba.

Tuve la fortuna de admirar en todo su esplendor grandes sembradíos de frijol, maíz y café, lo que me permitió ver la maravilla de la naturaleza, la infinidad de los colores que se mostraban ante mí me impresionaba tanto, que podía quedarme observándolos como si supiera que algún día los dejaría de observar; el aroma de las flores y de la hierva era el aire que respiraba, ¿quién diría que esas imágenes quedarían grabadas en mi memoria para que pudiera imaginar los diferentes matices de colores que existen?.

También tuve la oportunidad de ver una muestra de la fuerza de la naturaleza, y es que me tocó vivir y ver como actuaba un huracán, imagínense el pueblo de donde yo soy estaba rodeado de montañas, desde donde se podía observar en las alturas enormes árboles que parecían los grandes guardianes de la comunidad; cuando llegó el huracán, fue impresionante ver que esos enormes e imponentes árboles, parecían tan frágiles, que se podían romper en cualquier momento, por el aire y por la lluvia; recuerdo que el agua formó de un momento a otro enormes corrientes llevándose todo a su paso, yo tenía casi 7 años y quedé impresionado por la capacidad de la naturaleza de transformar el paisaje en solo unos días; pero esto que les platico nunca lo vi como tragedia, lo que sí pude darme cuenta, es que lo sucedido unió a la comunidad para levantar todo el desastre ocasionado por el fenómeno, y por supuesto, yo estaba ahí junto con mis amigos divirtiéndome, jugando a ayudar a escombrar, brincando entre los restos de agua que había quedado.

¡Una nueva aventura!

Un año después, aproximadamente a los 8 años de edad, jugando con un cohete perdí el sentido de la vista, pero eso no me quitó la alegría de vivir, pero sí me dio la oportunidad de transformar mi mundo, pues todo lo que veía con los ojos ahora lo podía percibir con los otros sentidos como el oído, el olfato, gusto y el tacto, empecé a jugar con carritos de plástico en las calles de una ciudad desconocida como era Puebla capital, ¡vaya amigos que fue un cambio radical! Saben, lo más difícil creo que fue la mezcla de idiomas, pues se me olvidó comentarles al principio que mi lengua materna era el totonaco o totonaca, el que yo hablaba más no lo escribía; cuando empecé a recuperarme del accidente, me di cuenta que no entendía lo que me decían ni ellos a mí, por lo que tuve que aprender de manera vertiginosa el español, creo que esta fue la parte más difícil, más que aceptar mi pérdida de la vista.

Me recuperé muy pronto del accidente y mi espíritu aventurero solo se retrasó un poco, pues les comento una de las travesuras que recuerdo, fue que en la Escuela Hogar para Ciegos donde estudié la primaria, echamos a perder una puerta de madera, ya que se nos cerró y se me ocurrió decirles a mis compañeros que un fantasma la había cerrado, y la única forma de que pudiéramos abrir era hacer una cruz con agua, mis compañeros lo creyeron y fueron por agua, ya se imaginarán, el fantasma nunca nos abrió la puerta, pero si la echamos a perder; claro provocamos un gran disgusto a los maestros y tuvieron que llamar a nuestros papás y tutores, realmente me divertía mucho, pues mi capacidad de imaginar era infinita.

La familia con la cual empecé esta nueva aventura después de mi accidente, tenía 3 hijos un poco más grandes que yo, estudiaban karate y con las cintas jugábamos a rapelear, por lo que me sacaban por la ventana del segundo piso, me divertía mucho sin pensar tanto en los peligros realmente; yo me sentía integrado pues me tomaban en cuenta para hacer estas travesuras, al igual que muchos niños jugué futbol y tiré el árbol de navidad de un balonazo, corrí por el patio de la escuela, jugué escondidillas, y muchos juegos más que hicieron que mi infancia fuera divertida.

Y continúo con las travesuras

Quiero compartirles que como padre de familia también me he divertido, con mis hijos hemos jugado desde escondidillas, futbol, hasta tiro al blanco con pistolas de dardos, acabando con las esferas del árbol de navidad, entre otras travesuras.

Bueno ahora me despido, los invito a que no solo en este mes, sino siempre, aprovechemos para recordar nuestra infancia y hagamos visible nuestro niño interior, ¡Feliz día del niño y de la niña!; y papás dejen ser libres a sus hijos, que un raspón o pequeña caída no los limite, lo más sencillo de la vida es lo que nos hace ser más felices.

Aportación HIT

Este maravilloso escrito del Doctor Ángel Álvarez, debería de motivarnos a todos nosotros, para extraer de lo más profundo de nuestro cerebro y de nuestro corazón, los recuerdos de nuestra niñez, estamos seguros que es un ejercicio que nos hará revivir momentos llenos de felicidad.

Para finalizar, les compartimos este video donde podrás escuchar más sobre la historia del Doctor Ángel Álvarez.

Artículo escrito por el Doctor Ángel Álvarez Sánchez, Doctor en Administración Pública por el Instituto de Administración Pública del Estado de Puebla (IAP). Ciego desde los 8 años. Creador y fundador de Los Invisibles, cuyo correo es: losinvisibles.2021@gmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *